Capítulo XXIV

5.8K 523 21
                                    


Un rayo de sol entró a través de la cortina, yendo a parar directamente a mis ojos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un rayo de sol entró a través de la cortina, yendo a parar directamente a mis ojos. Era tan molesto que no tuve otro remedio más que terminar de despertarme y apartar la cara.

Al fin despiertas, dormilona.

Sonreí ante su comentario y giré mi cuerpo en la cama hasta quedar frente a él, alargando mi mano para acariciar su hombro desnudo.

—Buenos días, amor mío.

—Buenos días, regina mea —rió, para luego darme un casto beso en los labios—. ¿Qué tal amaneces en tu primer día de casada?

Enseñé mi dentadura en una carcajada y me abalancé hacia mi esposo, haciendo que rodáramos por la colcha, hasta que me subí a horcajadas sobre su cuerpo y lo contemplé. Vlad sólo podía dedicarme una misma mirada: adoración; y eso fue el incentivo para caer rendida a él. Desde el día que nos vimos por primera vez en la corte Real, sólo he obtenido esas expresiones por su parte; expresiones que me han demostrado que realmente me amaba.

Él, el más fiero guerrero y cruel verdugo, era el hombre que me hacía feliz; mi esposo ahora.

Oh, se siente muy bien tener tu apellido ahora —miré hacia el techo haciéndome la pensativa—. "Ilona Drăculea", ¿qué te parece?

Vlad hizo un sonoro ronroneo y se incorporó en la cama conmigo aún encima de su regazo, quedando frente a frente de nuevo. Acaricié su largo cabello totalmente negro, que rozaba sus hombros, y fijé mi mirada con la suya.

Que suena perfecto.




Sentí algo húmedo quemarme como el infierno en la espalda, y como un resorte me desperté y grité a pleno pulmón del dolor.

Ya no estaba en la habitación del torreón del castillo; no estaba al lado de Vlad mientras la luz del día nos bañaba. Seguía en la sucia y fría jaula en la que me encerraron vânătorii, con mi cuerpo bañado en sudor y sangre, mientras una anciana intentaba curar mis profundas heridas causadas por los latigazos.

Ya no era Ilona, la reina. Ahora volvía a ser Lena, la sclav, la chica secuestrada.

—Al fin recobras el conocimiento, pequeña —murmuró la anciana a mis espaldas.

Tenía un vestido gris, lleno de agujeros y de tela vieja y roída. Su piel estaba demasiado arrugada y maltratada por los años, y su cabello blanco se mantenía en una coleta mal hecha. Sus esferas castañas me miraban con cansancio y nostalgia, como si me hubiese estado esperando; como si supiera quién era.

Eternity ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora