Capítulo XVII

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—P-para

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—P-para...

Mis súplicas fueron acalladas con un salvaje beso. Él estaba de rodillas entre mis piernas, impidiendo que pudiera cerrarlas, y sus brazos a cada lado de mi cabeza para sostener el resto de su cuerpo. Intenté llevar mi mano hasta la tela para extenderla y tapar más mi intimidad; mi cara iba a estallar de la vergüenza si seguía en esta posición tan vulnerable; tan expuesta.

Sus iris brillaron con fuerza y mi respiración se aceleró al notar sus dedos en el borde de mis asillas. Puse mi mano en su hombro para intentar alejarlo de mí, pero en vez de eso me limité a temblar y a aferrarme a sus músculos mientras lo analizaba todo con mi mirada. Recordé que no me había puesto sostén en mis pechos por el vestido y comencé a ponerme aún más nerviosa.

—¿Sabes por qué tu novio humano disfrutó tanto cuando lo mordieron? —mordí mi lengua dentro de mi boca para no responderle y dirigí mi mano para sujetar la suya y parar su cometido, que intentaba bajar mi vestido por mi hombro—. Al igual que una serpiente, nosotros expulsamos un veneno cuando clavamos nuestros colmillos en la piel. Estimula vuestros sentidos, afecta a vuestro sistema nervioso. Es como un potente... afrodisíaco.

En una suave caricia terminó de bajar la tela hasta el final de mis costillas, dejándome al descubierto en contra de mi voluntad. Intenté taparme con mis brazos, pero fueron removidos al instante para ser anclados a cada lado de mi rostro. Pataleé nuevamente con mis piernas, pero seguía sin poder moverlo de su sitio.

Vlad me observó con paciencia y eso sólo me abochornaba más, por lo que giré mi rostro para no contemplar la escena más de lo necesario.

—No me mires...—susurré.

—Imposible —respondió mientras curvaba su cuerpo para ponerse a la altura de la piel entre mis pechos—. Eres tan hermosa.

Lamió allí donde posó sus labios y mi piel se erizó por la humedad de su lengua. Jadeé por su contacto y él siguió su recorrido hasta uno de mis pechos, donde se deleitó y demoró más de la cuenta, torturándome. Envolvió su boca sobre uno de mis montes y chupó con delicadeza, haciendo que perdiera mi cabeza.

Cuando se alejó ligeramente de mi cuerpo, lo miré de reojo, y sólo pude pensar en lo perfecto que era ese ser. ¿Por qué se habría obsesionado conmigo alguien como él?

—Que tengo yo... —murmuré, llamando su atención— que no tenga otra mujer cualquiera.

Él sonrió de medio lado y se acercó a mi rostro.

—Porque he esperado por ti demasiados años —besó mi mentón y continuó con su recorrido hasta mi cuello, poniéndome los pelos de punta—. Y porque solo tú puedes robar mi inerte corazón.

Humedeció la zona al chupar, dejando en mi piel un cardenal por la fuerza, y a continuación pinchó con sus largos dientes. Pegué un salto por el dolor; era como clavar dos gruesas agujas en mi carne y exclamé. Podía sentir un líquido caliente deslizarse por mi piel en gotas que rápidamente eran absorbidas por la boca de Vlad, que rodeó la herida.

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