Capítulo XXIII

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Sin dudarlo un segundo, giré mi cabeza y le escupí en la cara

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Sin dudarlo un segundo, giré mi cabeza y le escupí en la cara. Estaba cansada de recibir insultos uno tras otro, y de alguna manera, me sentí liberada al hacerlo. El guardia se limpió mi saliva de su mejilla y a continuación me abofeteó con tanta fuerza, que la sangre volvió a brotar de mi labio por segunda vez.

Mis piernas me fallaban y a veces daba traspies por el camino de tierra. Notaba muchos ojos en mí y algunas risas, lo que hacía que me pusiera más nerviosa de lo que ya estaba.

Cuando entramos al interior de la base más grande del campamento, el traqueteo de nuestros pies sobre las placas metálicas que hacían de suelo inundó el silencio, en conjunto con mis bocanadas por falta de aire. Los nervios me atacaban, ¿qué iban a hacerme? ¿Qué iba a ser ahora de mí? Rodeada de gente que quisiera verme muerta, en un país lejos de casa; de mi madre.

Las botas dejaron de sonar y me empujaron dentro de una fría y húmeda jaula gigantesca, rodeada de barrotes de hierro y totalmente abierta a la vista de los guardias que me miraban expectantes. Parecía un animal en exposición.

Me aferré con mis dedos a uno de los barrotes e hice fuerza hasta que mis nudillos se pusieron blancos. También apoyé mi frente en resignación.

Sólo quería gritar y golpearlos a todos.

—Vaya, llegaste antes de lo previsto, pequeña esclava.

Y al dueño de esa voz, sea quien sea, era al que más ganas tenía de pegar ahora.

Cuando alcé mi cabeza vi su rostro, uno muy apuesto y curioso, con unos ojos verdes que no dejaban de analizar cada pequeño detalle de mí. Sus ropajes eran iguales a los del resto de soldados, pero con algunos detalles de más que lo hacían posicionarse en un rango mayor.

Después de dar una vuelta completa a la jaula donde estaba presa, caminó con decisión hasta pararse justo frente a mí, que aún estaba aferrada a las barras con fuerza. Torció su cabeza hacia un lado mientras hacía una mueca divertida.

—¿Sabes quién soy?

Le sostuve la mirada sin temor alguno mientras mantenía el silencio. Él soltó una risa ante eso y habló.

—Mi nombre es Caín Wells, uno de los cuatro líderes vânători —se acercó un paso más—, hermano de Ravi y, desde el momento en que pisaste mis tierras, tu dueño.

"Tu dueño." ¿Qué diablos les pasaba a los hombres con eso de poseer?

Nunca había escuchado por parte de Ravi que tuviera un hermano. En realidad nunca habló mucho sobre su familia; al menos no más de lo necesario, por eso no tenía idea de la muerte de su madre.

Aunque ahora que veía a Caín, era cierto que tenía algunos rasgos parecidos a los de su hermana.

—¿Qué quieres de mi? —suspiré rendida, esperando que de alguna forma recobrara el sentido común y me dejara ir.

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