Doce

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CAPÍTULO 12

Ignacio la había vuelto a dejar con las ganas. No la beso. Seguía sin besarla. Y eso, tenía a tras perder a Micaela, no podía soportarlo más. Ella en verdad quería ser besada por Nacho, ya no podía seguir negándoselo; si tan solo Bruno lo supiera, la mataría antes de matar a su hermano.

Por lo menos, a diferencia de la noche anterior, esta vez sí pudo conciliar el sueño y dormirse. Estaba fundida del largo, pero lindo día que había tenido.

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Blanco. Tan blanco como la nieve. Así era su precioso vestido que tenía pequeños detalles en piedras. Resplandecía como nunca antes, se sentía verdaderamente hermosa, el peinado recogido y un maquillaje natural acompañaban el atuendo a la perfección.

Caminó lento pero con paso decidido hacia unas escaleras, con cuidado tenía que bajarlas, la ceremonia se celebraba en el jardín de aquella mansión que tan conocida se le hacía.

A medida que iba acercándose a destino comenzó a sentir frío, un frío como nunca antes. El día que antes era radiante y soleado se había nublado con nubes grises y cargadas, se aproximaba una tormenta fuerte. Micaela no se detuvo a pesar de querer hacerlo y continúo caminando hasta llegar al jardín. Pero algo paso.

El vestido ya no era blanco, ahora era negro, todo se había oscurecido. Ya nada quedaba de lo que iba hacer la ceremonia, solo quedaba algo tenebroso y oscuro. Una lápida en medio del patio. Ella corrió con temor hacia allí sin saber lo que iba a encontrarse, gritó como nunca antes y algo dentro de ella se rompía, su corazón. Esto era lo más doloroso que había vivido.

Alguien la abrazó por detrás, tratando de contenerla y calmarla.

- ¿Qué paso? - le preguntó ella entre sollozos.

- Tuve que hacerlo. Por nosotros. - respondió sombrío él.

- No, no, no. No quería que esto pasara - murmuraba ella echándose toda la culpa, si no hubiera estado en el medio nada de esto hubiese ocurrido.

Bruno Sainz Micheli 1989-2016.

No podía ser cierto, todo menos eso. No su amado Bruno. Ignacio no tendría por qué haberlo hecho. Nunca iba a perdonárselo. Jamás.

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Micaela despertó sobresaltada, todo fue una pesadilla. Una maldita y cruel pesadilla. Su corazón latía a mil por horas y estaba sudando como nunca antes, todavía seguía sintiéndolo muy real.

Preocupada no le quedo de otra que telefonear a esas horas de la madrugada a Bruno, quien somnoliento la atiendo y ella se tranquilizó sin embargo ya lo había despertado y dejado preocupado, en cuestión de minutos iba a estar en su departamento. Acompañándola y cuidándola.

Esa pesadilla fue su tortura pero le fue útil para descubrir una cosa muy importante. Estaba enamorada. Perdidamente enamorada.

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