Siete

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CAPÍTULO 7

Micaela terminó de alistarse y con mucho nerviosismo emprendió camino hacia la mansión Sainz Micheli. Al llegar allí, la recibió un muy sonriente Bruno.

– Estas más bella de lo normal, y eso ya es mucho decir – la complació él tomándola de la mano haciéndola girar sobre su propio eje para observarla mejor.

– Gracias amor – sonrió ella apunto de besarlo pero él corrió la cara rápidamente. – Lo siento, me olvido – se disculpó ella separándose al darse cuenta que estaba ahí por Nacho, sin dudas le iba a costar acostumbrarse a la nueva situación.

– Esta bien, va a ser difícil para los dos – dijo él caminando hacia el comedor – vamos a cenar solos sin embargo – le volvió a sonreír a su amada – Nacho está con unos amigos de acá que no veía hace mucho, supongo que en unas horas vendrá. No quise cancelar esta cena, pensé que podíamos aprovechar unos momentos juntos.

– Es la mejor idea que tuviste en mucho tiempo – rió ella. – Estar a solas, vos y yo – agregó acariciándole la mano.

– Sabes que por un tiempo no vamos a poder disfrutar de estar así – le recordó Bruno.

– Todo esto me tiene nerviosa –le contaba Mica. – Me va a costar mucho, este mediodía tuve un almuerzo con tu hermano – se decidió por contárselo finalmente. – Parece tan bueno y...

– Es bueno, muy bueno, demasiado bueno – dijo él como si ser bueno era algo tedioso.

– Eso no ayuda mucho. ¿Por qué queres hacerle daño a tu propio hermano? – inquirió la rubia.

– No es quererle hacerle daño a él. Es querer beneficiarme a mí mismo, a vos, a nuestro futuro y nuestra futura familia. – intentaba persuadirla.

– ¿Nuestra familia? – preguntó muerta de amor ella.

– Sí, te dije que cuando terminemos con esto vamos a casarnos y también vamos a tener bebés que van a salir hermosos como vos.

– ¿En serio queres tener hijos conmigo? – Mica se imaginó ese futuro del que le hablaba y no pudo evitar sonreír.

– Sí mi amor. – afirmó él, supo que así había terminado de convencer a Micaela de hacer lo que tenga que hacer para lograr que Ignacio le pidiera matrimonio.

Disfrutaron la cena que les había servido la mucama de la casa Sainz Micheli. Rieron y se contaron sus cosas como hacían siempre, cada vez que estaban juntos perdían la noción del tiempo, y esta vez no fue la excepción. Ya se había hecho tarde y no se dieron cuenta que Nacho había regresado y que llevaba varios minutos observándolos reír y mirarse.

El más joven volvió a preguntarse si en verdad Micaela y Bruno eran solo amigos porque se miraban como si fuesen mucho más. Y a ella le brillaban los ojos y sonreía todo el tiempo para su hermano, y aunque le costaba aceptarlo, eso le dolía porque la rubia no lo miraba así a él.


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