11. Reunión y algo más

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Albert

Ya la había visto venir desde hacía un par de casas de la mía, ya estaba vestido desde temprano. Ansioso. Me tomé el tiempo necesario para arreglarme, no exageradamente pero si para estar presentable. Tomé una camiseta verde con un estampado blanco en el espaldar, lo que hacía parecer a la camisa unicolor si la mirabas desde el frente y unos monos de una tela satinada, tela ligera, que todo aire se cuela a través de él y es muy cómoda. Y claro, no podía faltar la hermosa muleta que aún era mi fiel compañera apoyándome desde abajo por el brazo derecho. La tenía que utilizar durante las terapias y hasta que el médico dijera que las dejara de usar.

Esos últimos días que estuve en la clínica casi olvidaba por completo que Sofía vendría a mi casa luego de salir de allí. Si no hubiera sido por mi madre que me lo recordó saliendo de la clínica diciéndome: «Hijo, mañana Sofía va a la casa, me dijo que te recordara que tienen que hacer un trabajo final».

Cuando vi que estaba ya frente a mi casa, bajé las escaleras. Su casa y mi casa eran igual, vivíamos en la misma urbanización, solo que a unas cuantas calles de distancia. Así que me quede en el espacio que queda entre el final de la escalera y la pared que queda frente a esta. Esperando su voz, su llamado.

Sonó el toque de la puerta bien suave, y a los segundos el timbre. Solo dije:

—Ya voy —Mientras caminé hacia la puerta. Me paré un segundo frente a ella y pude ver su silueta a través del vidrio tipo mosaico, un poco borrosa. Tomé la perilla, la giré y abrí.

—Hola —Dijo ella.

—Hola, ¿Qué tal, como estas? —Respondí.

—Quien debería de hacer esa pregunta soy yo ¿no? —Protestó. Yo reí.

Me di cuenta que aún estábamos en el marco de la puerta, ella seguía fuera y yo dentro.

—Pasa adelante y toma asiento, disculpa —Volví a sonreír. No lo podía evitar, parecía que me hubiera puesto una máscara de teatro sonriente, mostrando una sonrisa bien marcada.

—Gracias —Dijo. La noté un poco... incomoda, o quizás nerviosa. No sé pero algo raro tenía su actitud.

Entró y se sentó en uno de los sofás individuales el cual daba la espalda a la puerta por donde había pasado. Pude notar el color de su blusa a la altura del cuello, mientras ella miraba la sala y justo en ese momento volteó. No sé si pudo llegar a ver que la estaba observando ya que desvié rápidamente la mirada a las escaleras, como si hubiera escuchado un ruido que provenía del segundo piso que jamás existió.

Ella me miró buscando en mí algo, quizá el que comenzáramos inmediatamente.

—Bueno, deja que subo a buscar la laptop y regreso. Siéntete como en tu casa.

Todo mundo dice esas cosas por cordialidad, cuando sinceramente nadie las dice en serio. Y así como muchos lo dicen, otros las ignoran porque conocen el significado.

Subí las escaleras y entré al cuarto. Tomé la laptop que estaba sobre la cama, el cargador, las libretas, la mochila con casi todo lo que tenía dentro. No quería volver a subir a buscar algo que se me hubiera olvidado. Bajé.

Ella seguía allí como toda una extraña que no conoce sus alrededores. Había olvidado ofrecerle agua, jugo lo que fuera. No sé si tendría sed en ese momento.

—Listo, ya busqué todo por si acaso —Dejé la laptop en la mesa central y el resto en el suelo— Por cierto ¿Tienes sed? ¿Quieres agua o jugo?

Estaba un poco desconcertada. A los segundos respondió:

—Agua, por favor.

Caminé a la cocina, serví el agua y regresé. Se la entregué, ella tomó la mitad y el resto la dejó sobre la mesa de vidrio central de la mesa. Muchas personas cuando iban a poner cosas sobre ese vidrio les daba un pequeño susto ya que hacia la ilusión el que pareciera que no tuviera la mesa ningún vidrio.

Instante (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora