22. Una sonrisa. Un suspiro

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Sofía

¿Qué acababa de pasar? Hasta yo misma me había sorprendido de las palabras que él había dicho, de las que incluso yo dije, aunque fueron pocas, pero certeras y concretas.

Tenía miedo de lo que estaba diciendo, algo me envolvió y no me dejaba decir palabra alguna, mi voz se inmutó. Solo comencé a negar con la cabeza mientras él decía todas esas palabras, y pensó que le diría que no, porque se levantó y comenzó a caminar hasta que tuve que reaccionar por mi cuenta.

Tenía que aceptar que desde que nuestras vidas se comenzaron a unir poco a poco, estaba sintiendo algo por él. Y ya me había decidido a olvidar mi última historia vivida, le había dado salida de mi mente. Ya me encontraba ahí, con él. Por más que mi conciencia quisiera aceptar, mi corazón anhelaba tenerlo.

Luego un besó nos unió en ese momento, bajo ese cielo azulado, bajo aquel sol de calor tierno, frente aquel banco de concreto, afuera de la iglesia, casi bajo el techo del bohío que había en el centro de la plazuela y frente a nuestras miradas.

Unidos por unos segundos que para mí, podría decir, fueron los más largos que he vivido. Toda una escena en cámara lenta, mejor... muy lenta. Al separarnos no había nada que decir, algo ya estaba iniciado, algo que yo quería pero, hasta ese momento mi mente no parecía aceptar.

Lo abracé, y él me devolvió el abrazo. Él era solo unos centímetros más alto que yo, así que incliné mi cabeza sobre su hombro derecho y él en mi hombro izquierdo, completamente nuestras cabezas apoyadas. Hasta que nos separamos.

—¿Qué harás ahorita? —Preguntó.

—Nada, estar en casa.

—¿Quieres que tengamos un día diferente? —Miré a los lados pensando y asentí. —¿A dónde quieres ir?—Preguntó.

—A donde tú quieras llevarme —Dije. Sonrío pícaramente.

Avanzamos. Creo que no sabía a donde llevarme por lo que sugerí algo:

—Si gustas, podemos ir a la heladería que está acá cerca —Indiqué hacia la derecha—, la que está a dos cuadras de acá.

—Sí me parece bien.

—Está bien —Comenzamos a caminar a donde había indicado.

Dos cuadras después llegamos al sitio y entramos.

Pidió un helado grande, luego conversamos un poco, pero nada interesante o fuera de lo normal, él hizo preguntas sobre la universidad, notas, profesores y cosas superficiales, que quizá le pudiera dar a conocer algunos aspectos de mí, pero no los que realmente uno buscaría conocer en una persona. Pero aun así, comenzando a complementarnos uno al otro. Aunque nos sentíamos cohibidos de algunas cosas, como volver a abrazarnos o tomar nuestras manos, quizá debíamos comenzar a acostumbrarnos poco a poco.

Al haber terminado, fui a sacar el dinero, es decir la mitad, para cancelar el helado que me había comido. A pesar que pudiéramos ya tener una relación, no quería decir que él se tenía que hacer cargo de algunas cosas siempre, él observó esto y se negó completamente, con toda la pena del mundo volví a guardar mi dinero, no sabía si había hecho lo correcto o no. Sabía que si Gisell me hubiera dicho algo como: «No seas tonta deja que él pague todo, así se obtienen muchas cosas».

Al salir lo vi frotándose un poco las manos ¿Sería por el frío? No. Él acercó las suyas a las mías. Dejé que me envolvieran como papel de regalo, pero luego algo me detuvo completamente —Fugazmente vi la cara de Johnny en un desconocido—. La reacción hizo que él se detuviera y soltara mi mano. Lo miré. Su mirada me preguntaba qué había ocurrido. Hice lo que me salía bien: sonreí.

Seguimos nuestros caminos, pero ya sin ningún entrelazo de manos. No hablamos durante el camino. Él, cuando ya íbamos acercándonos a mi casa, faltando una cuadra, comenzó a silbar una melodía, era desconocida para mí, pero no sé si porque provenía de sus labios o realmente la melodía era atractiva, a pesar de eso, era un sonido agradable.

Al llegar frente a mi casa, sentí todo detenerse.

Se acercó de nuevo a mí y me dio un beso, pero esta vez en la mejilla. Me pareció injusto, molesto. No creía que fuera a tener ya la primera molestia en el primer día en que algo había iniciado. Él se alejó poco a poco, dando miradas tras él, me giré para entrar a la casa y me di cuenta que mi padre estaba sentado en la sala, con las cortinas arriba, por lo que él podía ver todo lo que sucedía afuera, desde adentro. Ya sabía porque la despedida había sido de ese modo.

Sin embargo, sé que él tenía un poco de temor por mi padre. Pero en ningún momento me habían prohibido tener novio. Lo único que me exigieron desde los quince, es que se los presentara al momento, si fuera posible el mismo día en que iniciaba algo con alguien —Cosa que me parecía apresurada—, que no les importaría si duraba un mes o algo así, pero lo que siempre querían era estar informado de, con quien estaba saliendo su hija. Y entendía ese punto. Otra de las peticiones que siempre habían hecho expresar, es que el chico compartiera los mismos valores con los que yo he sido criada. Y por lo que he conocido de Albert en la universidad, pues no está tan lejos de los míos. Una ventaja.

Por unos segundos, no sé cuántos, estuve allí de pie sintiendo mí alrededor. La suave brisa, el calor que recién había sentido en mi mejilla. La calidez de su cuerpo desvaneciéndose de mi lado. Volví la mirada y observé que ya llevaba un camino recorrido lejos de mi casa. Entre en reacción. Di un profundo respiro, como si no hubiera podido dar uno en los últimos 5 minutos. Caminé a la puerta y abrí. La mirada de mi padre me recibió,me sonrió. Hice lo mismo y seguí arriba, a mi cuarto.

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No me di cuenta en el momento en que me había quedado dormida. Cuando desperté eran las 3:18am de la mañana y lo más horrible para mí es que se me había quitado el sueño. Me quedé ahí recostada envuelta por la completa oscuridad, extrañamente —Calculé— posar mi mano derecha frente a mi vista, y nada, no veía nada. Cegada. Encendí mi lámpara de noche y me senté al borde de la cama. Pensar, pensar y pensar. No tenía otra cosa ideada.

Decidí retomar un poco de la lectura a esa hora, era extraño pero me había entrado el deseo. Me había dado también unas vacaciones de "letras que leer". Pero recordé lo que había dicho una lectora una vez, ella leía en el día, lo que le provocaba, por esa razón, si le preguntabas: ¿Qué libro lees actualmente? Fácilmente te respondía: Este, este, aquel, ese, el de allí, mas este, y otro que no recuerdo, podía enumerarte hasta diez libros a la vez. Yo quedaba estupefacta por lo que me decía. No sabía cómo hacía para leer varios libros a la vez, por lo que pregunté como hacía y me respondió que al día leía lo que su mente le pedía por gusto; es decir, un día leía unos capítulos de suspenso, al siguiente podía leer romance y así con los distintos géneros existentes, lo que para mí fue muy extraño, ya que me dedicaba siempre a leer un libro a la vez.

Pero en esa madrugada quise experimentar lo que aquella lectora hacía. Leer otro libro que no estuviese leyendo continuamente, comenzar uno nuevo o saltar a otro que haya dejado a medias y recordar un poco lo leído.

Ahí estaba mi pequeña biblioteca con no más de cuarenta libros —Para la cantidad que anhelaba tener, eran pocos— pero siempre guardaba tres o cuatro en mi mesita de noche, no sé por qué razón, pero ese día creí comprender. Me agaché, estiré mi mano y el primero que sentí, ese tomé.

Un poemario de Pablo Neruda. Sublime. Lo abrí al azar, eran poemas cortos y caí en la página 47: Arte Poética:

Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,

dotado de corazón singular y sueños funestos,

precipitadamente pálido, marchito en la frente

y con luto de viudo furioso por cada día de vida,

ay,para cada agua invisible que bebo soñolientamente...

Iba a seguir leyendo, pero al parecer la última palabra que había leído, causó su efecto, no tenía ni diez minutos de haber despertado, pero ya el sueño caía sobre mis parpados logrando su efecto. Entre uno y otro se me iban cerrando. Hasta que no aguanté más, dejé el libro sobre aquella mesa color caoba y recosté mi cabeza de nuevo en la suave almohada. Cerré los parpados y no supe de mí hasta la mañana del día siguiente.

Instante (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora