19. Molestia por doquier

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Albert

Que molesto había sido reparar esa casucha para luego volver a subir al bendito árbol. Tía Ruth estaba molesta conmigo, Reyk estaba molesto conmigo, y yo estaba molesto con los dos y conmigo mismo por haber hecho tal estupidez. Nunca me había fastidiado tanto el llanto de un niño, como ese día con el de Reyk, entendía su sentimiento pero la frustración que tenía en mente solo me traía más molestia a mí alrededor. No sé cómo me contuve, pero lo hice. Pude terminar todo eso e irme directo a casa.

Estando en mi casa me pregunté si había sido posible que ella me hubiera visto. Aunque si me habías visto no pasaría nada de diferente. Me estaba preparando para el último acierto que quería dar. Y lo estaba haciendo para asegurarme de saber lo que haría, de saber lo que respondería y así poder yo adelantarme a su respuesta. Esperaba pudiera ser algo fácil de lo cual poder ser certero. Astuto y rápido.

Pero ahora había un pequeño inconveniente. No la vería ya tan seguido. Las clases habían terminado. Y pues... no era perfectamente su amigo y si lo fui, las cosas cambiaron mucho después de lo sucedido. Quizá mi estrategia contaría con suficiente tiempo para la planeación. Otra cosa es que se me presentara de nuevo el momento para la acción. Aunque sería demasiado tiempo de espera, necesitaba dar el último encuentro antes de comenzar las vacaciones y saber algo definitivo. Si tendríamos una vida, o parte de ella juntos.

A veces llegaba el momento en donde la espera se volvía cansancio rutinario. La paciencia, una vileza para la mente pensadora. Y aun así no dejaba de resaltar mis palabras ya seleccionadas para tal "conversación".

Pero ¿Cómo? ¿Cuándo? La luz alumbro mis ideas: en la iglesia que pastoreaba su padre. Mi madre iba todos los domingos ¿Se vería raro si comenzaba a asistir continuamente? intentaría inmiscuirme en tal iglesia, aunque no fuera religioso. ¿Buscar la religión por andar en busca de un amor humano? Se oye raro, pero... haría lo posible por pasar lo más desapercibido para todos, excepto para ella. Sin embargo podría ser posible, las veces que fui me recibieron, abrazaron y dieron mensajes de aliento. Puede que necesitara alguno para tal evento que iba a ocurrir entre ella y yo.

Estaba decidido, no dejaría de verla tan seguido, al menos una vez a la semana. Durante... dos meses y medio. El fin de semana que estaba por llegar sería el primero.

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—¡Dios mío! —Exclamé cuando vi la hora. Si no me alistaba en cinco minutos, no me podría ir con mi madre a la iglesia.

Me levanté lo más rápido que pude, casi me llevé la puerta del baño por desequilibrio. Entré me lavé la cara y cepillé los dientes. Miré la toalla guindada, pensé en darme una ducha rápida, pero no. Salí me vestí con un pantalón negro, una franela blanca y zapatos blancos también. Cuando bajé ya mi madre se estaba montando en el auto. Corrí hasta la puerta del copiloto y la abrí.

—¿Vas conmigo? —Preguntó mi madre asombrada, mientras me sentaba y acomodaba mi vestimenta. Asentí. Pensé que me preguntaría el porqué, pero solo quedó en silencio, encendió el auto y avanzamos.

Diez minutos después, parecía que ella no podía contener la duda del porqué la estaba acompañando.

—¿Y esa decisión de acompañarme? —Preguntó de improviso, aunque estaba esperando eso desde que subí al auto. No quería mentirle, pero tampoco se me ocurría algo para decir, siquiera alguna media verdad o media mentira.

—Emmm... no quiero pasar todas mis vacaciones encerrado en casa. Quiero experimentar cosas nuevas. Así sea solo por conocer —Había conseguido una media verdad.

Instante (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora