20. Sensibilidad

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Sofía

El servicio había estado espectacular. La emoción que siempre siento, su presencia en mí, cuando le canto. A pesar de las fallas que cometiera, él seguía en mi vida. Todo había ido de lo mejor, hasta que ya había terminado e iba a salir por la puerta de atrás. Un sonido como de tabloides cayendo resonó sobre la tarima. ¿Mi sorpresa? Ver a Albert acercase a mí. Solo quedé perpleja sin saber que hacer o decir.

Mi corazón extrañamente comenzó a acelerarse en un ritmo creciente. Mis piernas comenzaron a desfallecer, no sé cómo hice pero me afirmé para no caer. Hasta que me habló:

—Disculpa si te asusté.

—Tranquilo... ¿Se te ofrece algo?

—Es que... desde que llegué tenía en mente entregarte esto —Sacó un sujetador del bolsillo de su pantalón, mostrándolo como una reliquia, algo único ante mis ojos.

—Tranquilo no lo hiciste —Fue lo que pude decir, para ser amable, ahí en la iglesia... aunque así debía ser en cualquier lugar—. Pero lamento decirte que... eso no es mío.

—¡¿Qué?! Esto estaba en el borde del mueble de mi casa, donde tú estabas sentada. Y... pensé que era tuyo.

Sonreí un poco, lo tomé en mis manos. El roce de las yemas de mis dedos con la sensible palma de su mano, produjo un pequeño cosquilleo el cual retuve para no causar alguna emoción extraña. Miré el sujetador, mientras lo giraba entre mis dedos. Alcé la vista a él y seguía allí, mirando mis ojos, nada de perder su mirada en los giros de aquel objeto sobre mi mano, no. Estaban clavados en mis ojos. Bajé de nuevo la mirada, me estaba volviendo sensible o justo en ese minuto lo estaba.

—Bueno, gracias de todas formas.

—De... nada —Respondió.

Era extraña su mirada, decisiva ante la mía.

—¿Seguro era solo para entregarme esto? —Pregunté mientras alcé el sujetador ante nuestra vista. No le creía nada de lo que me estaba diciendo.

—Emm sí —Dudó un poco, dio una larga pauso y continuó— Bueno no, es que... quería saber solo como estabas.

—De qué, no me ha pasado nada.

—Lo sé, pero simplemente saludarte entonces, eso era —¿Saludarme? Me pareció muy extraño.

—Está bien.

Se acercó poco a poco a mi mejilla. Mi actitud me sorprendió ¿La agresiva Sofía estaba desapareciendo o él la estaba domando? Dejé que sus labios resecos tocaran un lado de mi mejilla, solo un roce que me estremeció.

Dio la vuelta y comenzó a alejarse, noté que comenzó a buscar a su madre entre las personas que quedaban esparcidas por el lugar. Yo me volví y salí por la puerta trasera como me había dispuesto a hacer. Caminé por ese largo pasillo que daba al estacionamiento. Mis padres ya me esperaban en el auto, me acerqué y subí.

En el recorrido a casa no hice más que mirar perdidamente por la ventana. Mientras que conversaba —Sin prestar mucha atención— con mis padres. Me di cuenta que aún tenía el objeto en mi mano y lo guardé en mi bolso.

Llegamos a casa. Y como siempre subí directamente a mi cuarto a cambiarme y ponerme ropa cómoda. Me recosté un rato mirando a la ventana que daba a la calle, pero que en ese momento solo observaba las viejas ramas del árbol seco y un azul celeste. Justo debajo de ésta, estaba mi bolso sobre el cajón de la peinadora. Recordé que metí allí el prendedor que Albert me había dicho diciendo que "era mío". Una mujer reconocería cualquier accesorio que le pertenezca, así haya pasado mucho tiempo. Algo así como una "ley que toda mujer aprende y sabe por intuición femenina". Eso. Me senté al borde de la cama y estiré mi brazo hacia el cajón que estaba bajo la ventana y tomé mi bolso. Lo puse en mi regazo y comencé a buscarlo por uno de los pequeños bolsillos, lo encontré. Dejé el bolso en su sitio y de nuevo me recosté en la cama con el prendedor en mi mano.

Instante (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora