13. Valor para un beso

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Albert

No sé de donde había sacado el inmenso valor para acercármele y aún más para besarla. No sabía que era sentir que toda esa adrenalina recorriera tu cuerpo.

Noté como ella había cerrado los ojos cuando me le acerqué. Y luego fue casi como me lo imaginé. Ella me correspondió el beso y del resto fue magia pura. Sus labios junto a los míos unidos en uno, encajados como una llave en su cerradura. En un movimiento sensual.

Me separé de sus tiernos labios rosados, lo que hizo un pequeño sonido. Me le quedé mirando, sin saber absolutamente nada qué hacer o decir. Mi mente se bloqueó por completo, mi frente comenzó a perlarse por una débil capa de sudor, al igual que las manos. Sentía que si hablaba mi voz sería solo la de un chico de trece o catorce años que está en pleno desarrollo, sería una voz de gallo-humana. A pesar de ello carraspeé un poco para prepararme por si tenía que decir algo.

Ella solo me miró directamente a través de las ventanas de mi alma y bajó su rostro al suelo, mientras que con su zapato derecho rodaba una hoja seca por el suelo. En ese momento quise declararle directamente mi amor, y creí que lo haría. Tomé suficiente aire llenando mis pulmones y hablé:

—Discul...

—Lo sien... —intentó decir a la misma vez. Los dos pensamos que había sido un error.

Hice una mueca para mostrar que iba a hablar, pero no salieron palabras solo pareció un bostezo.

—Sofía yo... lo lamento.

—No... no —también estaba muda, no encontraba palabras qué decir— pasó nada.

¿Nada? ¡Si un beso es nada, no sé qué puede significar todo! Eso mi hirió un poco, iba a responder pero se escuchó una corneta de un auto en el frente de la casa. Era la señora Miranda.

Sofía se levantó infracta del mueble, entró a la sala rápidamente a través de la cocina recogió sus libretas, carpetas y demás hojas, junto a su mochila. Caminó hasta a la puerta, tomó la perilla en sus manos, sabía que su mente estaba divagando. Sus ojos intentaban mirar a través del vidrio tipo mosaico. Volvió su mirada hacía mí y dijo:

—Recuerda de quemar el trabajo en un CD, que no se te olvide. —Terminó de girar la perilla y salió como si nada, sin siquiera decir un «nos vemos luego» o «adiós». Solo pude mirar bien como su cabellera se perdía entre la orilla y marco de la puerta.

Escuché como el auto encendió y avanzó hasta que pude dejar de escucharlo. Tenía que actuar rápido, pero tenía miedo. Miedo a ser rechazado, ignorado, humillado. Pero de alguna manera tenía que saber cómo afrontar y declarar eso que sentía por ella.    

Recogí el desorden que habíamos dejado. Caminé al estante a buscar un CD virgen entre el porta CD's, quemaría el trabajo en el cuarto.

No sabía en qué ocupar mi mente para intentar borrar ese beso que nació como la semilla que deja cualquier ardilla en el suelo duro sin que tuviera frutos. Solo fue un toque de pieles que se marchitaron en el momento. Un roce que no llegaría al firmamento. Coloqué la laptop en la cama y me acosté frente a ésta, introduje el CD y comencé a quemar el trabajo mientras me perdía en la música que fluía a través de los audífonos. Me recosté de medio lado, y no pude evitar que una lágrima saliera de mi ojo izquierdo, inmediatamente bostecé para que mis ojos se inundaran de éstas y así disimular la única lágrima que hasta ese momento había surgido por un supuesto desamor. A pesar de que nadie me viera, yo mismo me sentía y sabía que era así.

Terminé de grabar el trabajo en el CD, al día siguiente tendríamos que entregarlo. Lo guardé en su caratula y metí en la mochila, en caso que pudiera olvidarlo al día siguiente. Apagué la laptop, la metí debajo de mi cama y me acosté para dormir temprano.    

Instante (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora