Sofía
Mientras íbamos camino a casa pensé que la visita en la casa de Albert había sido mejor de lo que había llegado a imaginar, pensé que me llegaría a sentir totalmente incomoda, sin palabras, solo llena de miradas escrutadoras que no obtendrían resultado. Pero fue todo lo contrario, me recibió de buen modo.
—Que buen gusto tuviste para escoger ese regalo casi de imprevisto hija —Dijo Miranda.
—¿Ah sí? Pues no sé, solo imaginé lo que le podría gustar —Mentí.
Nadie hasta aquel momento había sabido que por más molesto que me cayera el mejor amigo de Albert le había tenido que preguntar. Aunque para ser su mejor amigo, no lo conoce del todo muy bien, tuve que insistirle para saber cuáles eran los gustos de Albert. Y entre todos los que me nombró por intuición femenina me dije que era eso: La Torre Eiffel.
—Sí, de verdad muy bonita esa Torre de Pizza —Habló de nuevo Miranda.
—¿Torre de Pizza? ¡Es la Torre Eiffel! —Exclamé asombrada por lo escuchado.
—Ah bueno esa. Siempre las confundo —Rio.
Como es posible que muchas personas confundieran los nombres de dos formas, nombres, ciudad y artistas diferentes. Eso siempre había sido una espina en mis zapatos al escuchar que alguien lo decía. Me daba como un retortijón de conocimiento.
Habiendo llegado a casa un sabor amargo recorrió mi garganta al solo recordar lo que había leído la última vez que había estado allí. Recordar esos momentos me traía melancolía al corazón. Luego de lo que sucedió en aquel tiempo, me cerré por completa al amor. Quería sentirlo de nuevo, pero solo pensar que podría sufrir de nuevo me hacía cohibir el corazón, de su completa emoción. Desde ese momento había decidido que solo estaría en mi cuerpo solo para bombear sangre al resto de mi cuerpo, solo eso. Eso sería un proceso que tendría que vivir a riesgo del destino que la vida quizá me traería.
Estando en mi cuarto, ese papel lo tomé y lo metí de nuevo entre los libros, no quería tenerlo a la vista. Aunque desprendía un olor que me recordaba todo a él. Y hasta ese momento no sabía porque no lo había tirado.
"Siempre y cuando sea necesario llora, eso hará explotar tus emociones. Pero solo no te lo tomes por costumbre" —Llegaron esas palabras a mi mente. Me lo había dicho Patrick, el mejor amigo de Johnny, que se volvió un buen amigo también, lastimosamente ambos se fueron juntos a Canadá.
Así que sin prohibirme más, mis lágrimas se asomaron al acostarme en la cama, desconsoladamente abracé a mi almohada, mi única confidente en esos momentos. Recordando cada minuto feliz que había tenido con él y los momentos infelices que le siguieron por su tonta decisión. Lo culpé a él por todos esos sentimientos aparecidos.
__________
Las clases continuaron normalmente. Me sentía un tanto rara al saber que la relación de amistad con Albert seguía creciendo cada vez más, a pesar que extrañamente nunca lo planeé. Y las clases estaban llegando al final por ese quinto semestre.
Esa últimas semanas a ningún estudiante les caía bien. Eran demasiado estresantes, casi que a diario tenías que presentar un examen, una defensa, algún proyecto o trabajos en grupos, aunque lo último poco se daba para evaluar los finales.
En la mayoría de trabajos en parejas, era seguro que estaba con Gisell, y cuando eran de más personas, nosotras dos y otros cualquieras se unían a nosotras. Iba obteniendo buenas notas en la mayoría de las materias, aún faltaban dos o tres a la cual presentar la evaluación final. Esperaba ansiosa para salir de vacaciones.
En ocasiones a mi mente llegaban pensamientos sobre Albert, ¿Cómo estaría? ¿Qué pasaría con la operación que le harían? ¿Estaría perdiendo todas esas evaluaciones? Paré. Me obligué a pensar en otras cosas que no fueran él. No sé qué me estaba sucediendo los últimos días, como si Albert me comenzará a importar mucho ¿Debía?
__________
En varias oportunidades quise preguntarle a Gabriel como seguía Albert, pero no quería que pensará que aquel chico me interesaba, sé que la palabra interés se refiere a muchos conceptos, pero sabía que Gabriel no vería esa diversidad de significados y se iría al primero que le llegara a la mente: Por enamoramiento. Ya muchos lo conocían en el salón, les caía a muchas a la misma vez, la mayoría de las chicas lo rechazaban, pero siempre había una par de ellas que no lo conocían bien y se dejaban llevar por bonitas palabras nada más. Una vez el intentó caerme a mí. Muy pocos lo saben ya que por su conveniencia pidió que guardara el secreto... por su reputación, yo le dejé en claro que no pasaría nada con él, con una gran cachetada que dejó una marca roja e hinchada por un par de días de los cuales no vino a clases, eso fue a comienzo de la carrera, pensó que sería una fácil.
En clases me la pasaba solo con Gisell y a veces sin querer desviaba la vista al pupitre donde se sentaba Albert. Cuando me daba cuenta de lo que hacía rápidamente miraba a otro lado.
Un día acabando de presentar una de las evaluaciones del profesor Yilong Keichog de Estadística financiera, un asiático de estatura promedia, canoso y con una voz neutra, se detuvo en la entrada del salón y me mandó a llamar con Geraldine.
—Sofía —Escuché decir a Geraldine desde la puerta del salón.
—¿Dime?
—El chinito te llama... —Dijo.
—Ah ¿El profesor Yilong? —Pregunté y ella asintió. Me levanté del pupitre y salí a la puerta del salón. En ese momento desconocía la razón por la que me había llamado, si justo venía su clase.
—Hola profesor Yilong...
—Hola señorita Sofía. —Respondió.
—Para que me...
—Sin rodeos señorita —Me interrumpió— no sé si se enteró que al joven Albert lo operaron de un tobillo dislocado, y mi evaluación será en pareja, pero en visto en las condiciones en las que él se encuentra y que ustedes dos son unos de mis mejores alumnos en mi clase, pues creo que podrían hacer el trabajo juntos, el cual será un sencillo y fácil trabajo, así uno se encargaría de hacer el informe y el otro de la defensa, en este caso usted lo defendería. Pero tiene que reunirse con él para que trabajen en equipo. O si para ese momento él se encuentra mejor, los dos podrían defender.
—Pero...
—Ya dije lo que tenía que decirle. —Me interrumpió de nuevo— Ya queda de parte de usted si podría ser una buena compañera o no. Es más, sé que vive muy cerca de su casa lo cual sería muy fácil para usted. Sino simplemente él tendría la mitad de la nota porque no tendría la defensa. Ahora es usted su muleta de apoyo. Piénselo y me dice cuando termine la clase.
No supe que más decir. El profesor ni siquiera me dejó hablar. Aunque no había estado de acuerdo que solo por no estar presente tendría la mitad de la nota, pero sin saber caí en cuenta: ¡Habían operado a Albert! Y yo me ofrecí a ayudarle con las tareas que él difícilmente podría ver. Fue un compromiso.
Justo en el momento cuando menos quería saber de él. No quería sentir "eso" cuando estaba cerca de él. Pero tampoco quería que se hundiera y no poder ayudarle, cuando le había ofrecido ayuda.
Esa misma tarde al llegar a casa. Le conté lo sucedido a Miranda, la cual me motivó a ayudar a Albert. Mi padre que, en ese momento venía entrando a la sala, escuchó y casi decidió por mí que prácticamente estaba en la obligación de ayudarle por mi casi-promesa.
Mucho rato después que ellos dos salieron de la habitación, tomé el celular de Miranda, busqué en la lista de contactos y comencé a teclear unas letras, para encontrar el nombre más rápido: Cándida —No tenía el número de Albert.
Revisé el número y lo copié en mi celular. Presioné la tecla verde.
ESTÁS LEYENDO
Instante (Terminada)
General FictionPodría ser el amor perfecto entre ellos, si Sofía siquiera mantuviera una relación con Albert. Pero no, son simples conocidos que estudian la misma carrera universitaria. Ella está intentando superar su pasado mientras que se centra en sus...