14. Ventana del bus

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Sofía

Cuando llegué a casa me encerré en la habitación, sin siquiera almorzar, sentía que si lo intentaba la comida no pasaría de la garganta. Sentía una presión, pero ni idea del por qué. Ese día me la pasé leyendo un rato Tr3s de Ted Dekker. Bajaba a la cocina, medio pellizcaba alguna comida y volvía a subir, hasta que Miranda me regañó:

—¡Sofía! Ya deja de meterle mano a la comida, si vas a comer, sírvete completo, es más no has almorzado. Deberías hacerlo.

Ignoré completamente lo que había dicho y como un niño que ha hecho una travesura, intenté escapar del regaño de mi madre subí al cuarto de nuevo y me encerré. Ya había salido de casi todas las evaluaciones. Gracias a Dios. Ahora es que tendría tiempo de estar en casa con mi familia, libros y de seguro casi unas semanas antes de comenzar clases irme de vacaciones a algún nuevo sitio.

No pude evitar seguir pensando en la reacción que había tenido contra Albert. ¿Acaso no se había dado cuenta que no quería hablar con él? Que lo que pasó ya no volvería, que fue solo un momento y ya. Realmente me había comenzado a dar pena ese chico. Pensó que un simple beso ya era decir un «Si quiero algo contigo» ¡Ja! Que equivocado estaba en su mente. Además ni cerca de mí mente estaba el decir esa frase a algún chico. Se me hacía que se armaba toda una película en la cabeza. Ya me estaba cansando un poco.

Ese día no salí del cuarto, sino solo para ducharme y cenar, el resto del día estuve en mi mundo: libros y un poco de internet.

Ya había amanecido, un nuevo día en la universidad para presentar un sencillo examen del que no había necesitado estudiar. Todo estaba en mi memoria desde el momento en que recibí la clase. Me alisté mucho más temprano de la hora que lo hacía siempre, con una blusa hasta los codos color verde y un jean un poco ceñido. Comencé a bajar cuando Miranda iba saliendo de la cocina.

—¡¿Ya estás lista?!

—Hoy me iré en el transporte público.

—¡Por favor Sofía! Cómo que te vas en el transporte público si yo siempre...

—No importa —La corté— siempre hay una primera vez en mucho tiempo para todo ¿no? —Le sonreí amablemente, para amortiguar las palabras que recién había dicho, aunque eso nunca ayudaba de mucho, lo empeoraba. La gente decía que hacía notar más el sarcasmo que por naturalidad tenía.

¿Por qué había reaccionado así? Ni yo lo sabía. Solo sabía que quería ir en el transporte público, desde la noche anterior me lo había determinado. Salí con la mochila a medio guindar en el hombro derecho hasta la parada, a esperar el bus ¿Cuál era? No lo sé, tenía mucho tiempo sin tomarlo, ya no lo recordaba. Era muy dependiente a que mis padres me llevaran a cualquier sitio. Pero nada costaba preguntar ¿no?

Vi venir un bus a dos cuadras, me puse un poco nerviosa, pero ya, qué más daba. Se paró frente a mí, abrió las puertas y pregunté:

—¿Hace parada en el núcleo de administradores públicos?

—No —Tomó la palanca y cerró la puerta del bus.

Seguí esperando, menos mal había previsto el tiempo que podría perder allí. Varias personas comenzaron acercarse, después de todo era la parada. Noté un chico bien sexy con unos audífonos, pero perdido en su música, así que ni me miró. Aunque... ¿Para qué quería que me viera? Estaba mal, muy mal. También a una madre con su hijo de preescolar. Venía el bus.

A penas se abrió la puerta todos entraron, yo quedé de última, aún no estaba segura. Ya todo vacío a mí alrededor, pregunté:

— ¿Hace parada en el núcleo de administradores públicos?

Instante (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora