Sofía
—¿Estará bien? —Pregunté.
—Sí, no te preocupes —Dijo la señora Cándida.
—Es que me sorprendió mucho la reacción que tuvo —Comencé a decir—, y con decir mi nombre fue... no sé qué pensar, si es que no quería que estuviera en la habitación en ese momento. No debí entrar.
—Tranquila hija. Quizá fue producto de los sedantes, no creo que Albert se vaya a poner con esas cosas de que no quiere que alguien como tú lo visite.
¿Alguien como yo, a que se refería?
—Pero...
—Ya, ya, de verdad no te preocupes —Me cortó la frase y no supe que más decir.
En ese momento la enfermera venía saliendo de la habitación. Que por recomendación de ella nos dijo que ambas saliéramos mientras ella lo atendía y esperáramos que estuviera tranquilo. Para saber si podríamos pasar de nuevo o no.
—¿Qué pasó? ¿Está bien? ¿Se tranquilizó? —Ataco la madre de Albert a la enfermera, levantándose de las sillas donde estábamos sin dar algún respiro.
—Todo está bien señora, esté tranquila —Dijo y continúo la enfermera—. Lo tuvimos que dar gas tranquilizante, no le hace daño. Pero si relaja sus músculos completamente; podrá escuchar y ver pero quizás un poco borroso. Así que recomiendo que mejor lo dejen descansar hasta una o dos horas que se le pase el efecto del tranquilizante. Pero esta vez solo una va a pasar. No queremos que él se vuelva a alterar y reaccionar de una manera que no queremos. Podrá ser una operación del tobillo, pero que es igual de importante como cualquier otra en cuanto a la recuperación.
—Está bien —Dijo la señora Cándida.
—Bueno, vayan a la sala de espera. Y tengan paciencia, les avisaré cuando puedan pasar.
Vi a la enfermera entrar a la oficina de recepción, se sentó y comenzó a hablar con la recepcionista. Nosotras caminamos a la sala de espera, donde había una madre con un niño y dos señoras mayores juntas al otro lado, esperando noticias de cada uno de sus familiares. Nosotras nos sentamos en medio.
Coloqué mis manos, una tomando la otra. Y la señora Cándida, me tomo una de ellas y la hizo suya, enredándola entre las de ellas. Sabía que estaba nerviosa. Cualquiera lo hubiera estado en ese momento, y más una madre. Amor incomparable.
Ya era de suponerse a quién iban a llamar para cuando Albert se le hubiera pasado el tranquilizante. Así que dispuse a despedirme.
—Bueno señora Cándida, ya me tengo que ir. Usted tiene que quedarse a esperar que Albert despierte. Le da mis saludos, por favor.
—No niña. Espérate. Esperemos que despierte, pasas tu primero para que te vayas tranquila y luego paso yo.
¿Niña? Si Miranda no me hubiera contado mucho como es ella, ya la hubiera dejado hablando sola. Pero mantuve mi calma.
—Emmm bueno. Está bien.
—Bueno vayamos al cafetín un momento mientras hacemos tiempo —Acepté.
Salimos de la clínica y justo a dos calles quedaba un pequeño centro comercial, nos sentamos a tomar un café, ella invitó, a pesar que insistí pagar el mío. También compró unos panecillos y volvimos a la sala de espera de la clínica. Fue fastidioso hacer ese —su— tiempo.
Estuvimos un rato platicando sobre nosotras, conversaciones de mujeres generalizadas. Como a los veinte minutos de haber llegado, la enfermera salió.
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Instante (Terminada)
Ficción GeneralPodría ser el amor perfecto entre ellos, si Sofía siquiera mantuviera una relación con Albert. Pero no, son simples conocidos que estudian la misma carrera universitaria. Ella está intentando superar su pasado mientras que se centra en sus...