Sofía
Toda la semana pasada había podido ver a Albert como dos veces, estuvimos de acuerdo en no vernos tan continuo, a pesar que nos estábamos tomando más aprecio. Pero preferimos estar así, eso lo acordamos los primeros días u horas, no recuerdo. Y esos otros dos días que nos vimos fueron excelentes. En uno fuimos al cine, a ver una película basada en un libro que los dos habíamos leído: Si decido quedarme. La pasamos muy bien, comimos palomitas de maíz, refrescos, él me compró un chocolate y al salir una barquilla. Ya no quería comer, sentía que mi estómago iba a reventar pero no quería rechazarle nada, por lo que acepté. Y a pesar que llegué con dolor de estómago a mi casa, no me arrepentí. Mi padre era algo sobreprotector conmigo y las veces que salía le decía que ciertamente iba con Albert, que me estaba ganando su confianza. El me examinaba con la mirada y ante lo que yo reaccionaba de una manera prófuga. Mi padre nunca dijo nada. Pero en algún momento tenía que decirle. Y quizá se estaba dando cuenta.
Otro día fuimos a un parque. A penas nos bajamos del bus que nos dejó cerca, me tomó de la mano y su calor en mi mano era gratificante. Caminamos hasta la entrada bajo las sombras de los árboles que bordeaban el parque y entramos. Buscamos un sitio donde poder sentarnos. Él sacó una sábana de su mochila y la tendió sobre la grama, se quitó los zapatos y yo los míos. Nos sentamos y comenzamos a conversar un poco. De nuestros gustos. Su color preferido era el azul eléctrico, el mío rojo intenso. A los dos nos gustaba leer, ver películas y entre otras cosas. Hasta que me sorprendió al verlo sacar un libro de su mochila y éste tenía un marca libros entre las páginas. Lo abrió justo allí y leyó una frase interviniendo en plena conversación. Era un libro llamado: Angelitos Empantanados de Andrés Caicedo, ella leyó:
"Para comenzar esta historia pudiera escoger una mañana luminosa, un viento sin polvo (la plasticidad de los contrastes), un atadito de libros."
Ella leyó con esa voz tan neutra que me embobaba a veces. Y tan adaptable a lo nuestro. Al terminar de leer sonreí. Se acercó a mí y plantó un beso que germinó de inmediato en mi corazón. Recordé que también iba a hacer lo que el justo había hecho pero me cohibí, por lo que no lo hice, me bastó escucharlo leer esa frase. Fue un día muy diferente a los demás. Nos abrazamos un rato admirando los árboles, niños que corrían y aves cantando, totalmente en silencio. Impregnándonos uno al otro. Todo iba de maravilla.
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Las clases ya habían comenzado. Sexto semestre. De nuevo lunes. Me sentí bien volviendo a estudiar. El estrés de la universidad te hacia estar ocupada y te distraía de muchas cosas de la casa, de todo un poco. A pesar que a veces uno quisiera gritar y gritar para salir de ciertas evaluaciones que te enredan como una red de pescar y no te sueltan.
Pero algo nuevo me este último semestre. Una persona, que... quizá pude haber perdido si no hubiera sido por la persistencia de él. Ya había pasado dos semana desde que habíamos iniciado algo formal. Yo me había dado una nueva oportunidad al olvidar mi pesado pasado. Le agradecía él por haber causado esa confusión en mí. Y hacerme reaccionar.
Ese día entré al salón de clases y me senté. Ya la mayoría había llegado. Él y yo habíamos decidido actuar como si nada pasara, pero era algo difícil. El día anterior nos habíamos escritos para acordar que eso también debía ser parte de nuestro pasado. Debíamos actuar naturales, como lo que sentíamos.
Gisell se me acercó para conversar sobre las vacaciones. A ella si no la había visto muy a menudo desde la última vez que habíamos salido al parque de atracciones. Se había ido de vacaciones con la familia a otro estado y la primera semana de clases no asistió. No sé de dónde o como obtuvo un justificativo médico, el cual predecía un reposo de cinco días. Ese día intentamos actualizar un poco los hechos acontecidos en nuestras vidas, lo cual fue casi imposible ya que necesitábamos más tiempo. A los minutos llegó Albert mirando a todas partes, cuando encontró mi mirada pareció haber relajado su cuerpo y dado un suspiro. Se acercó, pasó por mi lado, intencionalmente roso su mano con la mía sobre la mesa del pupitre, yo levanté el dedo índice rosando la palma de su mano. Gisell quedó sorprendida por lo que acababa de ver.
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Instante (Terminada)
General FictionPodría ser el amor perfecto entre ellos, si Sofía siquiera mantuviera una relación con Albert. Pero no, son simples conocidos que estudian la misma carrera universitaria. Ella está intentando superar su pasado mientras que se centra en sus...