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Derek Sinclair tenía su cabeza recostada a la pared con sus ojos cerrados tratando de procesar la información, de ponerlo todo en perspectiva, de ser objetivo.

Hacía un mes él estaba a pocos metros de su casa cuando lo llamaron para darle la horrible noticia. Había ocurrido un aparatoso accidente en una avenida y su esposa había estado involucrada. Según el informe, Eva lo había provocado; llevaba exceso de velocidad, y había causado la colisión de cuatro automóviles al sobrepasar un semáforo en rojo.

Había pensado que lo primero que le preguntaría cuando ella despertara era por qué había sucedido algo así. No había nadie más cuidadoso conduciendo que Eva. ¿Qué le había sucedido? ¿De dónde venía? ¿Por qué corría tanto?

Pero ella no podría darle esas respuestas por ahora. En este momento, las preguntas que se había formulado habían pasado a un segundo plano, el porqué del accidente parecía algo insignificante frente a este nuevo suceso. ¡Ella no lo recordaba!

Eso dolía en algún lugar de su alma que no lograba ubicar. Lo hacía sentir vacío, como si le hubiesen quitado la mitad de su ser. Le faltaba algo, algo grande, algo vital, y ese algo estaba en los recovecos de la mente de su mujer.

El médico salió de la habitación en la que Eva había estado las últimas semanas, y se enderezó para recibirlo. Cecilia y Gilberto, sus suegros, se pusieron en pie y casi corrieron a él.

-¿Qué es lo que le pasa a mi hija? –preguntó Cecilia-. ¿Se recuperará?

-Calma, Cecilia –la atajó el doctor, y miró a Derek un poco fugazmente-. Debemos hacerle varios estudios, debe permanecer aquí unas pocas horas más y ya luego volverá a casa-. Cecilia y Gilberto se miraron el uno al otro haciéndose la misma pregunta: ¿qué casa? El doctor respiró profundo y miró a Derek, que había permanecido en silencio-. Ella no recuerda los últimos doce años de su vida-. Los padres de Eva hicieron diferentes exclamaciones de asombro-. No es algo demasiado raro. Teniendo en cuenta el tipo de accidente y los traumatismos que sufrió, no es demasiado inesperado.

-¿Se recuperará? –preguntó al fin Derek, y el doctor apretó los labios encogiéndose de hombros.

-Con el cerebro humano nunca se sabe. Puede que mañana ya haya recordado todo... puede que le tome semanas, meses... o puede que nunca lo consiga.

-No diga eso –suplicó Cecilia llevándose una mano al rostro denotando su preocupación-. Dios, ella tiene que recordar.

-¿Qué sigue ahora? –preguntó Derek.

-Luego de unos estudios que le haremos, volverá a su casa, contigo –le contestó mirándolo-. Ahora mismo, ella sólo es una niña de dieciocho años, muy confundida y asustada, así que vas a tener que ser muy paciente con ella, Derek-. Él frunció el ceño mirando el suelo y metiendo sus manos a los bolsillos-. Te recomiendo que esperes a que hable primero con sus padres, que se vaya familiarizando con su nuevo entorno, y luego sí hablas tú con ella. No la atiborres con información que no asimilará de inmediato. Ve lo más despacio posible...

Él asintió cerrando sus ojos. Cecilia extendió su mano y la puso en el brazo de él, como intentando consolarlo.

-Ella te recordará... Recordará todo. Sé que mi hija...

-Sí, Cecilia, pero...

-Es difícil, lo sé –lo interrumpió ella-. Pero ustedes se quieren. Superarán esto-. Él asintió otra vez agitando con un poco más de fuerza su cabeza. Cecilia suspiró y miró a su marido, que permanecía cruzado de brazos mirando nada, también en shock por lo que estaban viviendo.

Yo NO te olvidaré®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora