Derek se separó un poco de ella mirándola fijamente, mirando, más bien, sus labios.
Al sentir sus intenciones, Eva se alejó. Tenía la mente de una chica de dieciocho, pero aún a esa edad sabía claramente cuándo un hombre estaba pensando en besarla. Y no se podía imaginar a sí misma besando a este hombre, por muy guapo que fuera. El suspiro de decepción de él fue inconfundible.
-Nos hemos besado incontables veces –dijo cuando ella dio la espalda, y Eva se detuvo-. De todas las formas que te puedas imaginar-. Ella se giró a mirarlo interrogante-. Bajo la lluvia, bajo el sol, bajo la luz de la luna... bajo el agua. Besos sobre los labios, besos profundos donde casi te robo la respiración –ella se sonrojó tremendamente, y él volvió a caminar hacia ella-. Besos con los ojos cerrados y con los ojos abiertos. Besos que más parecieron mordiscos y otros que fueron caricias. Besos lentos y perezosos, besos apurados. Besos en la arena de la playa, besos en la calle; besos de bienvenida y de despedida, besos mientras conduzco, o mientras conduces tú. Besos en el bote, en nuestra cama, en nuestra habitación. Besos aun cuando estábamos peleados o estresados; con toda la ropa puesta y completamente desnudos...
-Yo no...
-Besos con uno de los dos dormidos... -siguió él- o haciéndose el dormido. Besos a solas, y delante de los niños. O hasta de los suegros.
-Mira, yo...
-Besos robados... y besos largamente esperados-. Ella se mordió los labios, sintiendo de repente que éstos le cosquilleaban, como si su cuerpo pudiera sentirlo, sentir o recordar cada uno de esos besos que él mencionaba-. Besos interrumpidos –siguió él-, y besos que llegaron hasta el final. He tenido todos tus besos, Eva. Tus labios conocen perfectamente los míos, se reconocen cuando se tocan. ¿Quieres hacer la prueba? –Ella abrió grandes sus ojos y dio un paso atrás.
De repente sintió un vacío, y él la sostuvo con un brazo. Había tropezado, y de no ser porque él estaba allí, habría caído en la piscina.
Se quedaron allí, mirándose el uno al otro y sin decir nada, y el tiempo pasó sin que ninguno se diera cuenta.
A pesar de todo, pensó Eva, él no me besa ahora.
Tal vez está esperando que lo recuerde para volver a besarme, se dijo. Tal vez prefiere que su esposa sepa quién es él y no que lo mire con la mirada perdida con que seguramente lo estoy mirando ahora. ¿Y si nunca lo recuerdo?
Lo miró fijamente preguntándose qué había sido lo que le hizo olvidarlo. Había olvidado todo desde el momento en que lo había conocido. ¿Por qué? ¿Por qué precisamente desde ese momento? ¿Por qué no el día después? Una hora después, aunque fuera.
-¿Me has sido infiel? –preguntó de repente, y lo vio entrecerrar sus ojos.
-Nunca.
-¿Dejé de quererte?
-No que yo sepa.
-¿Por qué te olvidé?
-Me pregunto lo mismo todos los días desde que despertaste y creíste que yo era un doctor abusador-. Eva se mordió los labios.
-Si quería olvidarte, tal vez pasó algo muy malo entre los dos.
-No creo que quisieras olvidarme.
-Entonces por qué...
-Lo descubriremos, Eva; lo sabremos. Por ahora, déjame cuidar de ti, déjame estar a tu lado. No lo sabes, pero me necesitas, y cuando me casé contigo, prometí estar a tu lado en lo bueno y en lo malo.
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Yo NO te olvidaré®
RomanceHaces promesas de no olvidar jamás a esa persona que amas. Juras estar con él y para él hasta la muerte. Te imaginas que será así, fácil y sencillo, porque sabes que tu amor es verdadero, puro, real, y el amor es una fuerza poderosa que puede co...