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-Debemos diseñar un plan ahora –dijo Derek sin dejar de masajear la delgada espalda de su esposa, pero ella no respondió, sólo se acurrucó más encima de él y Derek no pudo sino sonreír-. ¿Eva? –la llamó, pero ella contestó con un quejido más bien empapado de sueño. Rio quedamente y la sacudió un poco para despertarla. Eva se levantó buscando sus pantalones, pero estaba demasiado somnolienta y trastabilló con el mueble. Derek volvió a reír, la alzó en brazos y la llevó a la habitación.

Cuando la puso en la cama, ella ya estaba dormida otra vez.

-Descansa, amor –le susurró, aunque ella ya no lo escuchaba-. Hoy fue un día muy largo para ti-. Ella tenía un semblante relajado, como si nada la preocupara en este mundo, como si todo fuera perfecto alrededor. Sintió en ella la confianza de sus hijos al dormirse en sus brazos. Ellos se abandonaban en el sueño cuando era él quien los llevaba, no importando los peligros de alrededor porque estaban absolutamente confiados en que los protegería, y así estaba reaccionando Eva.

Se acercó a ella y besó su frente, amándola hoy más que nunca, y también deseándola, aunque la sesión de allá abajo había estado muy bien y muy liberadora.

-Tienes las manos largas –dijo Eva en un susurro, y Derek abrió los ojos de inmediato. Habían pasado un par de horas desde que se acostaran y ella estaba hablando dormida otra vez. Se movió con cuidado de no despertarla y encendió la lámpara en su nochero; en el rostro de ella había una expresión más bien pícara, y en el pecho de Derek el feo monstruo de los celos y las dudas volvieron a alzar su cabeza-. Derek, aquí no –siguió ella, y el monstruo fue reducido a un hermoso gatito de ojos enormes y patitas muy afelpadas que miraban con ternura.

-¿Estás soñando conmigo? –le preguntó abrazándola-. Vamos, dime. ¿Qué sueñas?

Ella permaneció en silencio, dormida. Derek sonrió y aspiró el aroma de ella, sintiéndose tonto por haber dudado.

Era increíble lo que un miedo así le podía hacer a una relación. Una duda, a pesar de haber sido aclarada ya, dejaba cicatrices.

Su relación hasta hoy había estado libre de estos traumas, y ahora debía darle caza a los que la habían querido marcar de esta manera. Habían estado a punto de separarlos.

Se levantó y miró la hora preguntándose si era adecuado llamar a Max. Él debía estar tomándose su café de la mañana, que no le podía faltar, y al que amaba tomar calmado y en silencio.

Lo sentía por su hermanito, pero lo tendría que atender en medio de su café.

-¿Para qué soy bueno? –preguntó Max con voz un poco plana. Derek sonrió.

-Me preguntaba... ¿No tienes en mente venirte un tiempo a Miami?

-No.

-Te daré uno de mis hijos a cambio.

-No cumplirás tu promesa –volvió a decir Max, y Derek rio saliendo de la habitación para hablar más tranquilamente-. Deben ser las dos de la madrugada en Miami; pensé que si estabas desierto a éstas horas, era por estar muy ocupado con tu mujer –Derek hizo una mueca.

-Ella sigue en recuperación.

-De eso hace ya un buen tiempo.

-Pero duerme como una marmota. ¿Qué quieres que haga, que la despierte sólo para tener sexo?

-Sí –Derek resopló de modo poco educado-. Sigues preocupado –preguntó Max ya entrando en materia. Entró a la cocina de su apartamento luciendo aún su pantalón pijama y el pecho desnudo. Tenía aún el cabello rubio revuelto y, con bastante parsimonia, se sirvió una taza de café negro y humeante, sin azúcar ni crema, se lo llevó a los labios cerrando sus ojos saboreando las primeras luces del día con esta bebida.

Yo NO te olvidaré®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora