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-Lo... lo siento –dijo ella en voz baja.

-¿Por qué te disculpas? –le preguntó Derek con voz suave. Eva tragó saliva y volvió a mirar por el ventanal.

-Por lo que sea. Parece que fui bastante inconsciente y  he causado algunos problemas-. Él extendió la mano a ella retirando un mechón de cabello de su frente.

-Estuve muy asustado todo este tiempo –dijo él con la voz un poco ronca-. Pensando que te perdería. Enviudar no estaba en mis planes –Eva no lo pudo evitar y sonrió-. Aunque, de todos modos –siguió él-, al perder tus recuerdos, perdí un poco de ti.

-Soy... la misma Eva, supongo –él respiró profundo volviendo a mirar por el ventanal.

-No lo creo. Es como pretender que soy el mismo Derek de hace doce años, y no es así; los dos hemos cambiado mucho; maduramos, crecimos.

-Y yo... no recuerdo nada de eso –dijo ella lamentándose por primera vez, comprendiendo al fin un poco lo que él sentía. Pero era difícil también para ella, su corazón y su mente estaban luchando por ubicarse en el aquí y el ahora, pero no hacía sino seguir la línea que había dejado hacía doce años, cuando sólo tenía dieciocho años y pensaba en cosas muy diferentes, de manera muy diferente.

-Te extraño mucho, Eva-. La voz de él salió muy profunda, y ella sintió un poco de dolor por él y bajó la mirada al suelo-. Pero –siguió él antes de que ella pudiera decir algo-, todavía están en ti esas cosas que forman parte de tu personalidad y que me encantan, y sé que conseguiré que te vuelvas a enamorar de mí-. Ella lo miró entrecerrando sus ojos.

-Suenas muy seguro de ti mismo.

-Ya lo conseguí una vez, ¿no? –ella no lo pudo evitar y esta vez rió abiertamente.

-No me gustan los hombres mayores.

-¡Pero si sólo te llevo tres años!

-Yo me siento de dieciocho-. Él hizo una mueca, y Eva no paró de sonreír. Él tenía buen sentido del humor, era paciente, y la hacía reír. Era agradable conversar con él, a pesar de ser tan viejo.

Bueno, ella ya tenía treinta, se dijo. No era un viejo, no debía parecérselo.

Alguien llamó a la puerta y segundos después esta se abrió. Zack apareció y miró a uno y a otro. Se puso ambas manitos en su espalda y habló.

-La cena está lista-. Eva sintió que la ternura la ahogaba, y se cubrió la boca con la mano.

-De verdad que eres muy guapo –le dijo. El niño bajó la mirada sonrojado.

-Gracias.

-Ay, Dios, yo me lo como –murmuró ella. Derek sonrió.

-Ya lo intentaste antes. Ellos se conocen ese juego del "Te como, te como"-. Eva volvió a reír y salió de la habitación. Cuando sintió que le ponían un abrigo sobre los hombros, se giró a mirar a Derek, pero él no parecía esperar ninguna reacción y que esto era algo natural en él, cuidar de ella.

-Se pone un poco fresco estos días –se explicó él ante su mirada.

-Gracias-. Él no dijo nada, y sin tocarla, la guió hasta el comedor. Zack le tomó la mano y los tres llegaron a una amplia sala con una mesa de madera de ocho puestos, muebles tapizados en blanco como casi todo el mobiliario y una araña que pendía del techo dándoles una luz cálida.

Llegó a la mesa y encontró allí a sus padres y a Christopher subido a una de las sillas y mirándola con una sonrisa. Derek se ubicó en el asiento de la cabecera y a ella la ubicó a su lado.

Yo NO te olvidaré®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora