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Derek entró a las oficinas en horas de la tarde. Había estado toda la mañana y el mediodía con la policía y otras reuniones para esclarecer lo que había sucedido anoche, dando su testimonio e instaurando las correspondientes demandas.

Al entrar al edificio, su secretario había ido tras él dándole información de trabajo, pero prácticamente lo había despachado y se había internado solo en su oficina.

Se tiró en el sillón y recostó su cabeza mirando al techo. Necesitaba un minuto a solas para pensar, y hasta el momento, no había podido, ni siquiera había dormido bien.

Esto era injusto, pensó, era terrible. Que Eva estuviera en tal peligro, tener que separarse de ella y de sus hijos para poder ponerla a salvo, saber que había alguien allí afuera que no estaba jugando, sino que iba en serio.

¿Y todo por qué?

-Por el dinero -se contestó a sí mismo. Todo por el dinero.

Su teléfono timbró y vio en la pantalla que se trataba de Max. Sin pérdida de tiempo, le contestó a su hermano.

-¿Alguna novedad?

-Ya estoy de vuelta en tu casa -contestó Max-. Las dejé bajo la custodia de Andrew.

-¿Cómo la viste? -Max hizo una mueca ante la pregunta de su hermano.

-Como es de esperarse, ella está más molesta por todo esto que atemorizada. Es una mujer fuerte, no te preocupes.

-Gracias, Max.

-No agradezcas nada aún, no he hecho gran cosa.

-Y me gustaría que no fuera necesario, pero...

-Algún día me devolverás el favor.

-Y lo haré con gusto -sonrió Derek. Alguien llamó a la puerta de la oficina y al abrirse apareció Amanda-. Nos veremos más tarde -le dijo Derek despidiéndose-. Tengo cosas que hacer aquí.

-No te preocupes.

Amanda entró caminando a paso lento y con una sonrisa. Traía unos documentos en las manos, pero al ver la expresión de Derek, se detuvo.

Él parecía como si no hubiese dormido anoche, como si estuviese pasando un mal día, y encima, se sintiera enfermo.

-¿Está todo bien, Derek?  -le preguntón con tono preocupado. Derek elevó sus cejas mirándola, y Amanda sintió una especie de apretón en algún lugar de su vientre. Ah, él era tan guapo aún... O más que cuando sólo tenía veintiuno y aún era un muchacho.

-No, las cosas no están bien -contestó él-. Las cosas, de hecho, están muy mal-. Aquella respuesta desconcertó un poco a Amanda.

-No... no entiendo. ¿Eva está enferma? -Derek hizo una mueca sonriendo con sarcasmo.

-Mi mujer está viva de milagro -dijo-. Anoche hubo un tiroteo en mi casa-. A Amanda se le cayeron los documentos que traía en las manos cuando se llevó ambas manos a los labios. Ella había palidecido con auténtico asombro, o preocupación, pensó Derek-. No te preocupes, ella está bien.

-¿Y los niños?

-Ellos también están a salvo.

-¿Y... y tú?

-A mí no me sucedió nada.

-¿Seguro?

-Seguro, Amanda, no me sucedió nada a mí, ni a ninguno de los que estaban allí.

-Pero... pero... ¿qué pasó? ¿por qué? Quiero decir...  ¡Dios mío, un tiroteo! ¡Un tiroteo en tu casa! ¡Eso es muy grave! ¿tienes enemigos, acaso?

Yo NO te olvidaré®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora