Derek miró hacia la mesilla de noche el pequeño reloj que por cortesía el hotel dejaba allí. Eran las dos de la madrugada y Eva dormía plácidamente sobre su pecho. Sonrió. Ella en ocasiones, sobre todo cuando se dejaba llevar más por sus instintos que por sus razonamientos, volvía a ser la Eva de siempre, pues justo así le encantaba dormir a ella luego de hacer el amor, abrazada y prendida a él como si fuera su tabla de salvación en medio de un naufragio.
Recordaba que antes la alejaba hacia su lado de la cama, pues el calor que ella desprendía lo hacía transpirar por la noche. Tenían el típico problema, ella era friolenta, y él caloroso. Ahora se lamentaba de esas noches en que la dejó en su lado de la cama para poder dormir, la había extrañado tanto que tenerla de nuevo encima era un absoluto placer, no importaba que se estuviera muriendo de calor, o que ya tuviese el brazo entumecido.
Eva caminaba por un sendero en medio de un prado. Era un prado bonito, muy verde y recortado.
De repente, se dio cuenta de que estaba descalza.
-¿Mis zapatos? –preguntó, y recordó que los había dejado atrás. Pero, ¿dónde?
Miró el camino que había recorrido y vio que no sólo era muy largo, sino que había un punto en el que ya no había césped, sino desierto, y una ciudad en ruinas que hervía por el sol. Pero allá estaban sus zapatos, pensó.
Necesitaba ir por ellos.
Empezó a desandar el camino, pero apenas pisó la arena, le ardieron los pies.
Pero tenía que ir por sus zapatos.
-¿Eva? –escuchó una voz.
No, ella no podía andar descalza, tenía que ponerse zapatos, sus zapatos, la tierra estaba muy caliente...
-Eva, despierta.
Eva abrió sus ojos, y al ver que alguien estaba casi encima de ella, gritó.
¡Estaba desnuda!, se dio cuenta, y aturdida, se revolvió en la cama, cayendo al sueño enredada por las sábanas, golpeándose la frente con el filo de la mesilla de noche.
¿Qué, qué, qué estaba pasando?
-¿Cariño, estás bien?
Sintió deseos de llorar, asustada. Sin embargo, el toque en su espalda fue suave, y poco a poco fue ubicándose en el aquí y el ahora.
Estaba con Derek. Su esposo. No recordaba dónde, pero estaba con Derek.
-Mi amor. Eva.
Cerró sus ojos y respiró profundo. Se sobó la frente con la mano y se dio cuenta de que allí se le formaría un chichón, y un bulto en la frente no se le iba a ver nada bonito, pensó . Se sentó en el suelo, y sintió que Derek le tomaba suavemente la cabeza y le revisaba.
-Buscaré hielo –lo vio ponerse en pie cuan desnudo estaba y se regodeó un poco con la vista. Qué liiiindo trasero, pensó.
Sonrió. Se puso en pie y volvió a sentarse en el filo del colchón. Se había asustado al ver a Derek, y luego había sido él, su presencia y su voz quien la tranquilizara. Y ahora se le venían imágenes dispersas de su sueño.
Dudaba que ese sueño fuese algo revelador de su pasado, una escena de antes del accidente, y dejó salir el aire desmotivada. Su mente nada que reaccionaba.
Derek regresó casi al instante con hielo envuelto en una toalla de papel y se la aplicó sobre la frente.
-¿Te duele la cabeza? –ella abrió sus ojos y lo miró. Extrañamente, no, no le dolía la cabeza. Luego de ese golpe, y estando tan reciente el accidente, lo que procedía era un dolor al estilo migraña, y no era así.
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Yo NO te olvidaré®
RomanceHaces promesas de no olvidar jamás a esa persona que amas. Juras estar con él y para él hasta la muerte. Te imaginas que será así, fácil y sencillo, porque sabes que tu amor es verdadero, puro, real, y el amor es una fuerza poderosa que puede co...