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Eva se miró al espejo.

Acababa de ducharse, de lavarse el cabello, de restregarse la piel como si hubiese caído en un lodazal donde sabía que había excremento de humanos. Estaba un poco enrojecida y los poros de su rostro se habían dilatado un poco de lo larga que había sido su ducha. Haber sentido la mirada de Anthony que se paseaba por su cuerpo le había producido tal asco. En cierta forma, ni siquiera el abrazo de Derek, sus besos, o el haber hecho repetidas veces el amor con él había conseguido quitar su asco.

No, no había forma. No había forma en el mundo en que ella le hubiese sido infiel a Derek. Había visto las fotos, los videos, todo, y nada le decía que el brillo que había tenido en sus ojos la vez que le propuso matrimonio en aquél crucero se había extinguido. Ella había olvidado a Derek, pero al mismo tiempo, no lo había olvidado. Había sido fácil volver a enamorarse de él, volver a entregarse. Ella no había sido infiel a su marido. Punto.

Respiró profundo y se quitó la toalla de la cabeza y metiendo los dedos en el cuero cabelludo buscó el punto donde había sido el golpe la noche del accidente, según lo que le había dicho Derek. No había señales. Todo estaba sellado sin dejarle a ella una evidencia de lo que había pasado.

Sintió a Derek entrar a la habitación y se apresuró a aplicarse la crema que su madre le había recomendado. Treinta años eran treinta años, se dijo sin importarle lo pobre de su argumento, y había líneas por allí que antes no habían estado y que la asustaban un poco.

-Hola, guapa –la saludó Derek asomándose en el baño. Ella le sonrió.

-Quiero preguntarte algo-. Él entró y caminó a ella mirándola un poco analíticamente. Ella había ganado peso y había recuperado sus curvas. Le encantaba su cintura, su trasero, sus hombros... -Derek, te estoy hablando.

-Y yo te estoy escuchando.

-No, sólo estás mirando mi trasero –él, pillado en el acto, elevó la mirada a ella. Eva, al verlo, no pudo evitar echarse a reír. Él la abrazó desde atrás y depositó un beso en su hombro desnudo.

-¿Qué me quieres preguntar?

-¿Confías en mí? –él la miró un poco confundido.

-¿En qué sentido, amor?

-En todos los sentidos.

-No –ella abrió grandes sus ojos-. No te confiaría el auto ahora mismo-. Eva rio aliviada.

-Me refiero a... si confías en mí como... tu esposa y tu mujer.

-Sigo casado contigo, ¿no?

-¿Eso qué quiere decir, que en el momento en que haya desconfianza te divorciarás?

-Eso significa que si fueras una mujer de la que deba desconfiar, no serías siquiera mi esposa-. Eva tragó saliva y bajó la mirada.

-Tú... Tú dijiste que nunca me has sido infiel.

-Y así es.

-¿Lo juras? –cuando él frunció el ceño, Eva se apresuró a agregar: -Sólo júralo, por favor, yo te explicaré lo que sucede.

-Te lo juro-. Eva asintió respirando profundo e incluso cerró sus ojos.

-¿Y yo... te he sido infiel a ti alguna vez? –ahora él elevó sus cejas y la miró fijamente a través del espejo. Esta vez ella no se apresuró a decir nada, sólo le sostuvo la mirada en silencio.

-No lo creo.

-Pero no estás seguro-. Derek sacudió su cabeza.

-Está bien. Estoy seguro. No me has sido infiel.

Yo NO te olvidaré®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora