Laura andaba por el pasillo en dirección a su despacho. De camino notó la oficina de su ex novio ocupada. Laura frunció los labios. No podría durar en su berrinche por mucho. Él, por más gilipollas que fuese, también era muy inteligente para cerrar tratos, se había educado en una de las mejores universidades del mundo para ello. Pero el poder y el dinero tambien eran su punto débil, de allí su viveza y brillantez, tambien el que se hubiera propuesto hacer de Laura Marano su esposa, ella y sus "muchos millones" como le había soltado en cara en el restaurante. Eso se sentía como hace semanas atrás cuando lo pensaba, ¡y apenas había pasado el mediodía anterior!
Sin embargo, la sonrisa que lucía ese día era causada por el sentimiento de la travesura que había hecho la noche anterior.
Esa superaba por mucho los estándares de la mayoría sobre cometer locuras; realmente locas. No era como los que acostumbraban a ir a asquerosos malditos clubes de prostitutas, o los que se emborrachan y lo hacen con alguien aún más borracho. ¡No! Lo que había pasado entre ella y el rubio-dios-del-sexo se había sentido totalmente diferente. Debía ser algo totalmente diferente. Fuera de esa clasificación, simplemente porque debía serlo. Lo que ellos habían experimentado iba lejos de esos conceptos y situaciones ya mencionados. Ellos dos habían experimentado un nivel de atracción completamente genuino y verdaderamente arrollador. Estaba convencida de ello.
Se preguntó porque pensaba en eso justo allí....
Por cierto, Halsey le había enviado a tiempo otro texto de disculpa y con la dirección correcta del Sr. Madison. Pero Laura ya no se podía quejar. Su memoria no recordaba la última vez que había estado con alguien. Pero sea como sea. Ninguna experiencia previa se comparaba con su aventurilla de la noche anterior.
Su cuerpo se estremecía de recordar cada caricia proporcionada por quién sabía exactamente cómo encenderla. Cada beso era de adicción. Él era muy bueno en el sexo, maravillosamente gentil y duro al mismo tiempo, muy, muy duro y pasional. Le había costado levantarse de su lado una vez se hubo recuperado y vestirse rápidamente para dejar el departamento sin decir una palabra. De lo cual se arrepintió. Además, algo le había quedado seguro: Le gustaba su voz. La sola frase que le había dirigido como respuesta a su pregunta sobre si allí se encontraba el abogado de la empresa, y lo excitado que sonaba a la hora de elogiarla mientras hacían el amor se le quedó grabada en la mente, cada palabra y el sonido de su voz... el sonido de su voz no dejaba de sonar en su mente.
ᴥᴥᴥ
La mente, la mente le estaba jugando muy mal a Ross. Durante todo el día los recuerdos se reproducían ante sus ojos. Los sonidos de placer tambien grabados en su memoria.
A partir de entonces miraba su departamento de otra manera. No era el hogar solitario y acogedor que había adquirido en busca de paz mental. Sino el testigo en primera del frenesí de la pasión que se había llevado a cabo en este.
Aún dudaba de los hechos, de lo que él mismo había hecho. Había esperado la culpa todo el día y toda la noche, pero esta nunca tocó a su puerta. Se encontraba feliz y se sentía vivo, casi que necesitaba volver a repetir el encuentro con la castaña.
O mejor dicho: Estaba loco por ella.
Mágicamente, parecía estar recuperado, de lo que había venido a buscar en un principio—Pero ahora parecía tener otro malestar. Y ese era volver a encontrarse con la castañita.
Todo cambiaba fácilmente. Ya no estaba en ese estado gris que lo había comenzado a invadir. Ese aburrimiento, esa desolación. Parecía haber encontrado el remedio. Pero ese remedio no era uno exactamente naturista. Sino una droga.
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La Heredera |Raura|
RomanceElla lo Ama, pero, quién es él... Él la ama, pero, quién es ella... En cada encuentro de placer, se sienten más vivos que nunca antes, en cada caricia encuentran en un desconocido el amor de nadie más.