Capítulo 11

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Un hombre y una mujer de rasgos familiares se materializaron frente a sus ojos. Laura parpadeo estupefacta. La visión era tan real, se sentía como un puñetazo en sus entrañas. EL hombre de ojos cafés y grandes que reconocía como padre, la miraba con las pupilas llameantes de orgullo y una tierna sonrisa ladeada rebosante de amor. 

La mujer delgada y con curvas de cabello claro, ojos azabaches con brillo único y sonrisa de dientes blancos que destilaba verdadera emoción. Ambos parecían tener ojos solo para ella.

Laura quería abrazarlos, sentiros. Sentir su amor. Pero no podía. Esto no era normal, ella sabía que eso no podría pasar nunca más. Además, su cuerpo no daba señales de mover un solo musculo.

Le entraron ganas de llorar, y gritar del dolor desgarrador que se apoderó de su pecho, un dolor que siempre solía guardar muy dentro de sí y disimulaba demasiado bien. El vacío que tenía instalado en su pecho desde su partida y lo mucho que deceso de sus padres había le cambiado el rumbo para siempre. El sentimiento de impotencia no duró mucho más. 

Las imágenes comenzaron a ensombrecerse y desvanecerse poco a poco.

Ambos se miraron como si seles estuviera acabando el tiempo.

—Mamá...Papá —lo que reconoció como su voz era extrañamente suave, débil y... como un suplicio.

Su madre negó.

—Deja estar el pasado, cariño... —medio sonrió con melancolía —. Y abraza el futuro.

—Pero...

—Estamos tan orgullosos de ti —habló su padre cuando la imagen ya casi invisible. Como una neblina a punto de disiparse —. Estoy muy orgulloso de ti.

— !No¡ !Esperen¡ tengo cosas que decirles...

Pero entonces ya se habían desvanecido. Quedaba solo un infinito en blanco que la abrazaba. Como sus recuerdos.

Cosquilleo en su mano. Dedos se entrelazaron con los suyos. Estrechó su mano con firmeza y jaló de ella para llevarla a otra dimensión.

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Cuando Laura abrió los ojos de golpe en medio de la oscuridad sintió el corazón golpeando en sus sienes. Lagrimas querían brotar de sus ojos pero las desterró con decisión. Santo Cristo, nunca había tenido semejante sueño antes.

Tan hermoso, inquieto y... y amargo como había sido. Ahora cada detalle estaba fijo en su memoria. Sus voces emocionadas resonaban claras en su cráneo.

«Deja estar el pasado, cariño... Y abraza el futuro»

Cerró los ojos. Dejó escapar el aire de sus pulmones.

«Estamos tan orgullosos de ti... Estoy muy orgulloso de ti»

Se con incomodidad y notó estar en brazos de alguien . Fue entonces cuando cayó en cuenta del lugar donde se encontraba y poco familiar que le era aún en la oscuridad.

No estaba en su habitación en la mansión, tampoco en el apartamento de del rubio. Se hallaba en el Malley en brazos del rubio... Qué estupida debía dejar de llamarlo "rubio". Ahora tenía nombre y era Ross. Ross Lynch.

Santo Cristo, casi no se tragaba aún  que se había entregado en cuerpo y alma a él. Tal vez por aún no por completo. Pero solo era cuestión de tiempo. Ella bien lo sabía y no se engañaba. Él la quería toda, entera y sin dudas. Y ella no encontraba una razón suficiente para no querer que eso pasara. Ni valor o ganas de detenerlo tampoco.

La Heredera |Raura|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora