El domingo había llegado como un viento de verano, las altas temperaturas aún no habían llegado y permitían paso a algunos días soleados como era el caso. El sol perfectamente visible en el cielo azul hablaba, y decía que sería un día caluroso. A media mañana salieron al fin de la cama, media despues, luego de un largo baño Laura observaba a Ross preparar el desayuno. Le resultaba infinitamente entretenido y lo disfrutaba. Observarlo moverse con soltura en su cocina, vestido solo con boxers azul rey, y sus músculos flexionarse para coger una cosa o remover otra. Estaba embelesada y sinceramente excitada en el taburete de la isla mientras él entretenido cantaba canciones que le sonaban a bajito volúmen por el radio aleatoriamente y movía sus candentes caderas al ritmo. Ella sentía su sangre calentarse. No había momento en que no lo deseara con todo su ser, mirándola con ojos oscuros, acariciándola con sus propias manos por su cuerpo o jugando con los deliciosos artilugios dolorosos que la ponían al máximo, o lo magnífica que era su imaginación y las múltiples formas de poseerla que se inventaba. Habían montado una buena escena en cada rincón de la casa, en la cama, en la habitación, el cuarto de baño, la sala, incluso su oficina de arriba. Se sonrojaba aún al recordarlo pero era simplemente inexplicable. Le causaba morbo y despertaba su diosa interior. Como si se conocieran de toda la vida, la relación se había forjado y fortalecido de una manera que le parecía irreal.
Ross volteó el cuello para mirarle, le lanzó una sonrisa de aquellas que le quitaban el a la vida. Le devolvió el gesto y pensó en lo que sentiría ser comida de la manera en que ella lo miraba a él mientras preparaba los alimentos semi desnuda. Si, caliente.
—¿Estás cómoda allí sentada?
— ¿Con las vistas que tengo? Por su puesto, lo hago.
Ross arqueó una ceja, siguiendo su juego, Laura le guiñó un ojo. Su voz fue terciopelo encendido en llamas.
—Pones mi ego en creciente cada vez que dices algo como eso, bonita.
Laura sonrió, revolvió su cabello antes de hacerlo rotar en su mano con intención de disminuir la ola de calor.
—Hace un día caluroso. Oh gracias, por cierto, imponer no llevar ropa esta mañana.
—Es todo un placer para mí imponerte cosas sucias. En especial cuando puedo apreciar tu cuerpo y poder tocarlo sin ningún tipo de interferencias. En especial su te ayuda a sobrellevar el clima.
—Oh, mi héroe.
—... Por cierto ¿Cómo he estado Rydel?
Ross sorbió zumo de manzana antes de responder.
—Relativamente bién, su apetito ha aumentado generosamente. A veces tiene un genio de perros pero es Rydel, así que no le dura mucho. Pero eso sí, se ha estado quejando mucho de que la prensa ha estado vigilando el edificio y no puede salir.
Laura asintió. Rydel era una mujer sencilla que seguramente le gustara salir a su conveniencia. Seguramente más ahora que estaba embarazada, Ross decía que era más inquieta. Desde su presentación en sociedad la noche anterior, cuando iban llegando a la fortaleza se percataron de los muchos periodistas que les esperaban fuera del gran muro. Para su suerte esa casa era casi impenetrable y muy difícil de vigilar desde el exterior. Se quedaron en silencio un buen rato antes de que se le ocurriera.
—Podemos invitarla, a todos. Hace un buen día para estar en el exterior.
Ross la miró detenidamente.
— ¿Lo dices en serio?
No era su intención haber empleado ese todo. Pero había estado el momento de presentarla al resto de sus hermanos. Sólo no se había dado la ocasión.
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La Heredera |Raura|
RomanceElla lo Ama, pero, quién es él... Él la ama, pero, quién es ella... En cada encuentro de placer, se sienten más vivos que nunca antes, en cada caricia encuentran en un desconocido el amor de nadie más.