Capítulo 2

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— ¿Estás seguro de esto, Ross? —Rydel vaciló a entregarle el bolso a su hermano.

Ross rodó los ojos y cogió el bolso de las manos de Rydel —Todo eso mientras emitía un bufido —, se colgó el bolso de viaje negro al hombro.

—Claro que lo estoy, Rydel. Cree me: es lo que quiero, lo que me hará bien. Nos vemos para trabajar en el disco de cualquier manera —sonrió en su intento de hacerla sentir mejor —. Soy un chico grande Rydel.

—Lo sé —dijo estrellándose se en el duro pecho de su hermanito, en busca de un abrazo que él le devolvió —, solo no te deprimas demasiado ¿quieres?

—No lo estoy, y ten por seguro que no lo haré. Solo quiero un poco de soledad e independencia —su hermana lo miró con cara de pocos amigos.

—Siempre la has tenido. Eres el único de todos que vive solo.

—Y es exacto lo que necesito. Punto. —sí, Ross Lynch siempre se salía con la suya.

     Termino de despedirse de su hermana y de sus hermanos y amigo y tomó un taxi a su nueva dirección.

      El experimentar y la necesidad de gozar de "cierto espacio" habían traído a R5 a establecerse en Londres por tiempo indefinido. Ese tiempo debía ser para comenzar totalmente un nuevo álbum Redescubrir un nuevo sonido. Pero para Ross era también para redefinirse a sí mismo. El tiempo en Los Ángeles o en cualquier otro lugar de U.S.A se había vuelto desgastante y sofocante en muchos niveles.

      Eso y el modo en que había tenido que culminar su relación con su última novia, una modelo y actriz tras tres años de relación. Nunca fue que pensaran que duraría la eternidad.

      Ross había probado carne antes, pero ninguna era de los medios y cuanta más fama ganaba la banda, era más difícil mantener una relación con una chica normal. Hasta que conoció a Courtney. Eran muy parecidos en tantas cosas por lo que en el primer año fue una maravilla, pero con el tiempo el cariño se convirtió en costumbre; parecían más amigos que pareja y luego menos que eso. No se veían lo suficiente y cuando lo hacían caso no había comunicación. O demasiado, hasta llegar a los gritos y maldiciones.

      Él había intentado aguantar porque ella era una gran chica y se llevaba muy bien con todos, especialmente Rydel., pero al final se vio en la necesidad de cortar por las buenas. Luego todo se complicó un poco y tuvo que decir a todo que ella había cortado con él, pues eso ella quería.

     Ross ya no era el mismo que había comenzado en aquella relación. Se encontraba física y mentalmente agotado. Y ni siquiera sabía muy bien porqué. A sus veintiséis años y haber probado desde chico el mundo del estrellato eso ya era parte de él.

     Terminaron haciendo planes de mudanza para comenzar y terminar el cuarto álbum de la banda y sentían la necesidad de renovarse. Haciendo su nueva ubicación nada oficial, Londres les brindaba lo que necesitaban. Especialmente a Ross quien quería crear nuevos hábitos, encontrar nuevos pasatiempos y estar solo con su mente, reparar lo que se había roto.

      El edificio donde viviría no era nada lujoso, simplemente clásico de las edificaciones londinenses y tranquilas. Con aquella fachada de piedra gris húmeda y antigua. Mohosa. Le encantaba. Él era un hombre clásico. Amaba lo clásico, en lugares, en climas, en películas, en música, pero no mucho en relaciones. No en su relación. No era como Rydel y Ellington que claramente funcionaba debido a sus similitudes pero él y Courtney no lo habían hecho.

      Dos días después amaba el clima, aunque era más un hombre de playa y sol, pero parecía ser el cambio perfecto con cómo se sentía interiormente. Podía dormir por horas, comer comida chatarra –que su hermana no permitía en lo que ella pudiera entrometerse en su departamento en L.A.- y salir a un parque o tomar té en una cafetería –claro que no era recomendado salir sin olvidar nunca un paraguas-, sin contar las dos canciones que tenía en proceso. Esperaba estar allí al menos por unos 7 meses. De momento junio estaba comenzando y no había apuros.

La Heredera |Raura|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora