La luna les regalaba su brillo imponente en esa noche, que era realmente apreciado en aquella ciudad normalmente nublada y acostumbrada a la pluviosidad. Laura y Ross se encontraban más que cómodos enrollados en el sofá de exteriores. Él se hallaba realmente cómo dentro de su cuerpo, hasta lo más profundo, donde ambos cuarpos se convertían en uno solo. Después del éxtasis viene la calma. O del tercero. Laura estaba quieta con sus manos fuera de juego a pesar de que se moría por tocarlo, tantearlo, sentirlo con sus manos curiosas ¿Cómo? Ross le había atado las muñecas sobre la cabeza con sus propias braguitas rotas y ella apenas se había dado cuenta, entonces se encontró en conflicto. Se sentía... indefensa, impotente y completamente a su merced. Era algo alucinante que la excitaba al máximo. Jamás había practicado nada como ello. Ross tenía otra idea. La actitud sumisa de ella si que lo supiera solo encaminaba su plan.
—Ahora sí, cariño mío. Es hora de que me digas qué es lo que te ha estado mortificando tanto.
Ross acariciaba su espalda desnuda de arriba a abajo, Laura alzó la vista para mirarle a los ojos con inquietud.
—Yo... Yo... —Laura estaba anonadada entre el término cariñoso con el que se había referido a ella y su notable interés en que contara lo de la notita. No mostraba ser de los que daba su brazo a torcer y había optado por distraerla con la íntima cena y el sexo para luego tenerla como él quería y hacerle soltar la sopa. Cabrón manipulador. Ella se mostraba reticente, si. Contarle algo tan importante y desestabilizador para ella ¿suponía romper el su pacto? ¿Quel en el que habían acordado nada de asuntos personales? ¿Era eso lo que él querría? —. ¿Romper nuestro acuerdo?
Ross la miró con solemnidad y respondió con voz queda.
—Al diablo con el acuerdo. Me bastaría —Por ahora— saber lo que te ha agobiado.
Podemos modificar los términos luego.
Ella no sabía bien qué hacer. Contarle suponía entregarle algo más que su cuerpo, sería aba otorgarle una parte de ella. Porque no, no era sólo con respecto a la notita —al diablo, como esta había muchas—, sino que, implicaba la vergüenza de que no recordara una parte de su vida. Decírselo sería entregarle un secreto que prefería guardar para ella, que la atormentara sólo a ella... Pero sería tambien liberarse de ello.
Mirándolo a los ojos supo que podía confiar en él. Que él estaba realmente preocupado por ella y que no se iría del departamento hasta que hubiera contado la verdad. Veía ese brillo de determinación y arrogancia en su mirada. Ella no quería preocuparte. Ella quería abrirle su alma. Había mil maneras de que aquello saliera mal pero llevaba años en soledad y en frío, y él era como un rayo de sol que llegaba para encender el suyo y hacerle compañía. Quería su compañía. Quería sincerarse con él y poder abrirse a él, contarle absolutamente todo de quién era y lo que era y.... Y rezar porque él aún despues de eso estuviera a su lado.
Finalmente se movió y rompió la conección corporal entre ellos. En cuanto él salió de su interior mordisqueó su labio inferior, incómoda. Buscó su bolso sobre la mesa y extrajo de él la notita con manos temblorosas al tacto. Le estaba confiando algo tan personal. ¿Qué era exactamente lo que tenía en las manos? Se aventuró a preguntarse ¿Una amenaza? como muchas otras ¿Una mala broma? ¿O simplemente palabras dirigidas a hacerle daño o alterarla hasta la médula?
Se sentó a su lado en el sofá. Ross ya tenía puesto sus vaqueros abrochaba la cremallera. Sí, hacía frío, ¿Porque se había roto el ambiente de pasión o porque ella estaba fría de miedo? Le pasó la nota y él la cogió ceñudo, viendo con sospecha el papelito amarillo.
—Ponte mi camisa, hace frío —ordenó sin quitar la vista del papelito. Ella obedeció sin chistar. No solo porque realmente tuviera frío, sino que había una diferencia en su vos que no le daba alternativa... una orden sólida. Además sus fosas nasales se deleitaron con su olor, que ahora la abrazaba gracias a la prenda. Se encogió en esta y entró en calor.
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La Heredera |Raura|
RomanceElla lo Ama, pero, quién es él... Él la ama, pero, quién es ella... En cada encuentro de placer, se sienten más vivos que nunca antes, en cada caricia encuentran en un desconocido el amor de nadie más.