Ross exhausto y jadeante se dejó caer en la colcha con pesadez, el cuaerpo de Laura contra su pecho; ella aún conmocionada tras su última exquisita liberación. Cayó dormida al instante. Ross la miró con ternura, sus mejillas sonrosadas, pestañas largas y labios muy rojos debido a pasión de sus besos. Hundió la nariz en su cabellera despeinada atraído por el suave olor que desprendía.
Cerró los ojos e inspiró hondo. La combinación de esencias que ya reconocía de su shampoo ligado con su delicioso sublime olor corporal que le talló hasta los huesos. Amaba el calor de su cremoso cuerpo sobre el suyo, la caricia de su cabello extendido en su pecho desnudo, amaba su forma de respirar en paz. La amaba toda.
Aún con los ojos cerrados se permitió volver unas cuantas horas atrás. Sorpresa que se había llevado Ross, cuando hubo llegado a la mansión contado cuarto para las diez, cuando esperaba encontrarla sola. Laura había viajado muy temprano a Grecia, por razones que entendía de finanzas de su cadena de hoteles en grecia y en las mayores islas del mar Egeo según le había notificado durante el almuerzo del martes durante la que había recibido media docena de llamadas, y ella había tenido que apagar el aparato, cabe destacar que por decisión propia. Ross respetaba su trabajo por más que la urgente no le había causado gracia alguna, no obstante no volvieron a tocar el tema hasta la noche debido a la llegada de una mujer morena que no paraba de parlotear acerca de qué gracias su suerte no iba a almorzar sola. Mientras él confundido, Laura se mostraba divertida de la intervención y entonces supo que la conocía. Tras una ligera carcajada despreocupada dijo al fin:
—Esta es mi amiga Maia Mitchell, y Maia este es... Ross Lynch...
—Oh, tu amante sexy —había ducho Maia, que aparentaba no haberlo notado en absoluto.
Ross alzó una ceja mientras Laura lanzaba a su amiga la mejor e sus miradas furibundas. Maia había resultado ser genial -y debía admitir, muy distinta a Laura. La australiana era muy parecida a su circulo más cercano de amigos en L.A. Si todo hubiera salido como Ross hubiera querido, se hubiera ido con de viaje con Laura, pues se sentía más seguros juntos. El acuerdo era que viajaría temprano y que pasara ahí la noche, pues sus agenda culminaría en la tarde y no quería el riezgo de ella viajando en avión a oscuras, fuera con el mejor piloto que fuese. Ross debía quedarse, dado lo sucedido en su departamento, solo él debía hacer frente a las investigaciones y todo el revuelo que este había atraído. Incluyendo tranquilizar a su madre preocupadisima, además de a la prensa.
Se encontraba mentalmente agotado, sin mencionar que si escondite ya no lo era más. Todo mundo sabía ahora que R5 estaba en Londres y que en el apartamento de Ross Lynch hubo lo señalado como un atentado y no solo, tambien se había filtrado información que hablaba de Laura Marano, pero nada en concreto aún. Era solo porque el mundo no encontraba el punto que unía a la multimillonaria con el cantante de Rock, pero pronto todos lo sabrían. Alguién podría seguirlo descubrir que estaba viviendo en la mansión y las especulaciones se agravarían. Parte de él, su parte egoísta seguía sin querer que el mundo los alcanzara y así no tener que compartirla de ninguna manera. Otra parte aún más egoísta quería gritar al munda que esa mujer era suya y solo de él, y que él pertenecía solo a ella también.
Ross enterró la llave en el cerrojo de la puerta, recordando la insistencia de Laura antes de irse de que debía tenerla. Se había dado cuenta con satisfacción de que a ella le gustaba tenerle cerca, en su casa y que esperaba se quedase allí y lo viera como un hogar, y sin duda era un lugar acogedor y cómodo —aunque cualquier lugar donde pudiera tener Laura contenta y desnuda lo sería —, a Ross también le encantaba dormir y despertar a su lado, tener sus cosas —que se habían vuelto más— junto a las de ella. Era refrescante de alguna manera, ni con Courtney había llegado a vivir exactamente. Solo algunas temporadas que compartían habitación de hotel, pero jamás había sentido tal grado de intimidad y armonía como con Laura en pocos días. Sus cosas quedaban como guante al lado de las inmaculadas prendas ordenadas por color de la castaña.
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La Heredera |Raura|
RomanceElla lo Ama, pero, quién es él... Él la ama, pero, quién es ella... En cada encuentro de placer, se sienten más vivos que nunca antes, en cada caricia encuentran en un desconocido el amor de nadie más.