Laura terminó de aplicar mascara a sus pestañas, tras alargar un suspiro. Tenía un nudo en e estómago que sabía no se iría hasta estar de vuelta a casa. Era natural al saber que estaría en presencia de su tía toda una noche... o lo que soportara de ella.
Se miró en el espejo y admitió lo acertado que era el gusto de Ross. Ese vestido le iba hermoso. Era elegante y hacía notar sus caderas. Mientras se aplicaba labial se puso a pensar en su relación con Sofía, no era una buena mujer y era la única familia que tenía. O bueno, al menos que había conocido. Vivieron años juntas y temía haber adquirido su frialdad y malicia, pero ahora Laura estaba cambiando gracias al amor, dudaba que su tía pudiera hacerlo por el mismo motivo. Siempre tenía presente lo bien que le había venido la muerte de sus padres. La mujer había quedado como albacea de la fortuna que luego pasara a ella e igualmente quedó muy bien instalada. Tanto como ahora darse los lujos que sería la dichosa fiesta de cumpleaños para que se estaba preparando. Siempre le había encantado demostrar a todo el mundo lo mucho que tenía en el presente, ya sea por gusto o para simplemente dar la espalda a su pasado pobre.
— ¡Wow! Estas espectacular —la grave voz de Ross desde la puerta la sacó de sus pensamientos —. ¿Debo darme el crédito?
Se había aplicado más labial de lo debido, procedió a retirar el exceso con una toallita. Sonrió.
—Esta bien —alzó las manos en señal de rendición —. Esta vez te llevas todos los aplausos. Conoces mi cuerpo incluso mejor que yo—murmuró esperando que él no lo escuchara, pero efectivamente él lo había hecho.
Ross se posicionó muy cerca. Pudo entonces apreciar el olor de su loción varonil e irresistible. Con un dedo retiró un mechón de sus mejilla. Se le erizaron los vellos de la nuca ante el tacto. Jadeó. Él también estaba exquisito con el traje negro sin corbata que se amoldaba como guante a su figura. Se dijo que no era momento o no llegarían nunca a la dichosa fiesta. Sintió su aliento en el cuello. Estaban muy cerca.
—Mejor que nadie en este mundo —le dijo antes de morder su cuello.
Laura entornó los ojos de excitación. Debía poner fin a aquello. Pero a decir verdad no tenía fortaleza para ir en contra de lo que su cuerpo pedía.
—Ross...
—Tengo algo más para tí —soltó de repente alejándose poco de ella.
Deslizó entre sus dedos una cajita aterciopelada de tamaño mediano. El corazón se la calló a los pies.
¿Otro obsequio? ¿Se haría eso costumbre entre ellos?
Ella no tenía problemas en recibir obsequios pero no se acostumbraba. Él la estaba consintiendo mucho y le asustaba lo mucho que eso le gustaba.
Ross le besó en la coronilla antes de hablar.
—Abrelo —ordenó, tan demandante como siempre.
Laura se mordió el labio inferior mientras lo hacía. Se había encontrado con un brazalete de oro blanco, con disimuladas incrustaciones de diamantes. Cartier, era tienda favorita. Sin embargo no fue ese detalle, o lo caro que era, lo que había causado que se le humedecieran los ojos. Sobre la tapa, donde normalmente iba el logo de la marca, había bordado en la seda fina cuatro palabras que le habían causado escalofríos.
Estaba paralizada como encantada.
— ¿Y, qué dices? —inquirió Ross con cautela.
—¿Es esto en serio? —logró ella decir.
Se encogió de hombros. Lucía muy linda su timidez y las pocas veces que se mostraba avergonzado.
—Quiero ser presentado en concreto esta noche como debería. Quiero que todo el mundo allí sepa que eres mía... y que por ende yo soy tuyo —entonces la miró a los ojos —. Pero responde por favor. ¡Me estás matando mujer!.
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La Heredera |Raura|
RomanceElla lo Ama, pero, quién es él... Él la ama, pero, quién es ella... En cada encuentro de placer, se sienten más vivos que nunca antes, en cada caricia encuentran en un desconocido el amor de nadie más.