Capítulo 29
...
Pesada. Vaporosa. La mente nublada.
Laura despertó de su sueño inducido. Ya era una sensación familiar. Demasiado familiar. Lo que serían solo un par de semanas usando los calmantes se sentían como un año.
Despertaba poco a poco. Su mente tan nublada que apenas sabía de ella misma. Reconocía su habitación a oscuras, como había especificado al personal de la mansión. Apenas distinguía nada en la oscuridad fría. Se llevó una mano a la frente y luego frotó sus ojos cansados, se sentían hinchados, toda su cara hinchada de tanto dormir. Suspiró, su estómago se revolvió.
¿Cuando había comido por ultima vez? ¿Había sido cena? ¿Almuerzo o tal vez desayuno?
Mierda, no tenía idea.
Un movimiento a su lado izquierdo la sobresaltó. Se volteó ahogando un grito.
Reconoció la figura aun en la oscuridad. Sus bellos se erizaron. Desde la nuca hasta los brazos.
Ross.
¿Era realidad o los calmantes estaban perdiendo su talento para alejar los sueños y recuerdos?
Estaba sentado en la esquina de la cama, del lado que había sido . Él se acercó, hundiendo la cama en el movimiento.
--Laura.
Y solo así, sabía que no era un sueño. No era una ilusión.
Él estaba allí. Realmente estaba allí.
-- Pero, ¿como... quién?
Ross hizo un sonido dolorido-medio gruñido.--
¿Por qué haz echo esto contigo, Laura? – dijo él suavemente –. ¿Qué te sucede? ¿Cómo no me buscaste?
--¡No! ¡No me hables así, Ross, con lastima y condescendencia!
Ross profundizó el ceño.
--¿Lastima? ¿Condescendencia? ¡Estoy preocupado por ti! Si fueras tu misma en este momento, la misma que dejé hace más de un mes aquí.
Laura sacudió la cabeza. Ahora estaba sentada con los brazos cruzados. Lucía frágil y trastornada aun en la oscuridad.
Ross, maldijo en su mente. Le dolía verla así, como nada en el mundo. Así desequilibrada. Su cuerpo picaba de ira. No le gustó, no le agradó para nada la mirada vacía en sus ojos.
Harto de la penumbra, se puso de pie y fue a encender las luces de la habitación.
Ella se quejó con un gemido y puso su mano a modo visera sobre su frente, pero nada más. Dios, la luz daba detalle de su estado. Tan delgada, como nunca la había visto. No había color en su piel, ni calor en su mirada. Pero aún así encontraba hermosura en su gris retrato. No podía evitarlo, para él ella era perfección, aún cuando estuviera rota.
¿Por que? ¿Porque él se había ido? ¿Hace cuanto había comenzado esto? ¿Antes o después de su partida?
Se dejó caer en la cama frente a ella que se estaba acostumbrando a la luz.
--He estado esperando que despertaras más de media hora, he intentado despertarte pero no funcionaba. Nos estarán esperando en el aeropuerto más o menos en una hora. Debemos darnos prisa con lo que te vas a llevar.
Ella boqueó.
--¿Qué... ? Pero... No puedes llevarme, solo así
--Claro que pudo y lo haré. Solo quiero lo mejor para ti – él apartó un mechón de su rostro con tanta ternura.
Era él. Tan suave como siempre y estaba a su lado. Siendo cariñoso con ella que no había hecho más que mentir el ultimo mes y medio. Mentir y enloquecer, además de forzar a las personas que la apresaban a medicarla y mantener la boca cerrada. Para evitar esto, justo esto.
Y entonces estaba llorando. No supo cuando comenzó, solo que ahora no podía parar. Ross hizo movimiento de abrazarla, pero ella se movió, quería verlo a la cara.
--No puedo seguir con esto. Ross, yo no estoy bien. Y no puedo hacerte esto, no... no pu-puedo estar contigo... Tampoco casarme contigo.
Sus lágrimas empapaban sus mejillas cual cascada. Empaparon el pecho de la camisa de Ross cuando la atrajo hacia sus brazos.
--Shh... calla, bonita. Calmate y olvida todas esas estupideces ¿Me oyes? Estas conmigo y no quiero que tengas eso en la cabeza. – murmuraba repartiendo besos en su cabello, asirando su olor. Jesús, cuanto la había extrañado – . Estas muy equivocada si crees que permitiré que te alejes de mi. Porque no va a pasar. Vamos a superar lo que sea que te halla llevado a esto.
Sin darle oportunidad de decir nada más, la alzó en brazos y la llevó al cuarto de baño. Ya había preparado la bañera previamente. La desvistió, ella temblaba. La metió en la bañera tibia, ella se estremeció. La enjabonó y restregó, también lavó su cabello, ella no paraba de sollozar.
--Estoy loca. Siempre lo he estado, yo..
--Shh, calla, bonita, tu estás bien
--¿No me estás viendo? ¡Yo no estoy bien! Te he mentido y me he mentido a mi misma. Todo ha vuelto. Todo está en mi mente y duele
--No dijiste nada antes
--Antes podía ignorarlo. Solo lo dejaba ir y listo. Pero ya no puedo. Ya no puedo.
Ross asintió. Extrañamente cansado cuando apenas estaba comenzando.
--Te llevaré a casa
--Estoy en casa..
--En mi casa, donde puedo cuidar de ti y conseguirte ayuda. Voy a estar a tu lado el tiempo necesario y también estar al pendiente de otras cosas al mismo tiempo. Te quiero y no te voy a dejar para que te ahogues en calmantes.
Terminó de lavarla con suaves y precisos movimientos. Por primera vez, no era algo sexual. Había demasiado entre ellos. Él estaba en modo automático. Estaba extrañamente entumecido, pero Laura ya estaba quebrada. Su vista estaba perdida en algún punto, quizá junto a sus pensamientos. Alguien tenía que ser el fuerte y, aunque siempre los había sabido como iguales de fortaleza, él sería el fuerte esta vez. Debía ser el ancla para los dos.
En la habitación la ayudó a vestirse, con pantalones cómodos blusa holgada y chaqueta. La secó el cabello y ató. Luego la sentó en la cama con una bandeja de comida, que ella picó con reticencia. Decía que últimamente cuando comía no podía retenerlo por mucho tiempo, así que pidió para ella fruta y cositas que pudiera soportar durante el viaje. Mientras tanto él empacaba lo que necesitaría inmediatamente, el resto se lo podrían mandar luego. Las mandó al auto mientras trazaba cosas de la casa con el personal. Laura no parecía ella misma. Solamente se estaba dejando llevar, que el decidiera y eso lo inquietó demasiado.
Su ama de llaves demoró en bendecirla y decirle que la cuidara mucho. Fuera, Daniel esperaba en un SUV don un par de pequeñas maletas maletas propias.
--Sabes que estamos mudándonos permanente mente, ¿verdad? – pregunto Ross.
Él jefe de seguridad se encogió de hombros
--Ligero siempre, lo aprendí hace un tiempo.
--El ejercito.
--Tal vez – Dicho esto abrió la puerta del conductor y se perdió dentro del auto.
Ross miró a su alrededor, respiró el aire frío de noviembre. Esperaba estar haciendo lo correcto.
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La Heredera |Raura|
RomanceElla lo Ama, pero, quién es él... Él la ama, pero, quién es ella... En cada encuentro de placer, se sienten más vivos que nunca antes, en cada caricia encuentran en un desconocido el amor de nadie más.