Después de la tormenta sale el sol.

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Fueron pasando los días y quise darle el regalo de su cumpleaños a David, así que lo busque para darle las velas, junto con una carta, al momento que se las di le cambio la cara.

-Gracias Mia, muchas gracias. Me quede sin palabras.

-De nada David, cuídate suerte.

Esa noche David me escribió, leerlo me provoco algo.

-Mia, de verdad eres muy linda muchas gracias por todo lo que has hecho por mí, eres una gran amiga.

Me dolía que solo me viera como amiga, pero tendría que conformarme, siempre me pasa esto, cuando llego al corazón de alguien resulta que ya está ocupado.

-De nada David sabes que lo hago con muchísimo gusto.

-Mia, necesito dinero para mañana, pero nadie me lo presta, me siento atrapado, si no lo consigo moriré.

Eso es horrible, no tenía ni un centavo, ¿de dónde sacaría dinero? Aunque por un momento parecía que sólo me buscaba por dinero.

-Si David, yo puedo prestarte, déjame buscar.

-Muchas gracias, de verdad.

-Aparecieron 50 pesos en mi bolsa, mañana te los doy. Era evidente que estaba mintiendo.

-Yo apareceré de milagro cuando me necesites, lo juro. Hasta que muera siempre estaré para ti.

Esa noche me quede pensando de donde sacaría dinero para prestarle, hasta que llegue a una conclusión. A la mañana siguiente hable con mi madre.

-Mamá, necesito dinero para pagar un libro.

-¿Cuánto?

-50 pesos.

-Claro, aquí están.

-Gracias.

Todo era perfecto, ya tenía como ayudarle, aunque seguía pensando en cómo confiaba en el si la vez pasada no me pago, pero en fin, tal vez esta vez sería distinto. Ese día pensé mucho toda la mañana, hasta que alguien toco la puerta de mi salón.

-Me permite a Mia, por favor. Era él, era David, fue a mi salón por mí.

-¡Miaaaaaaaaaaa! Gritaron repetidamente mis compañeros de clase.

Como pude salí corriendo para hablar con él, bajamos las escaleras y me dijo:

-¿Traes el dinero?

-Sí, toma.

-Gracias, de verdad que ya hasta me da pena.

-Por nada, es con gusto.

Platicábamos un poco, cuando de pronto la prefecta de la escuela se acercó.

-Mia ¿Qué haces aquí? Y usted joven no puede estar aquí, ya lo sabe.

Antes de que pudiera decir algo en mi defensa, David hablo.

-Ahorita la voy a dejar, es un asunto importante.

La prefecta me miro con cara de odio, David me llevo a mi salón y la prefecta seguía reclamando, David se molestó y dijo:

-Yo la pedí, yo la pedí ¿Si? Retándola.

Nunca lo había visto molesto, ni siquiera un poco.

-Gracias Mia, eres muy linda, debo irme.

Me dio un beso en la mejilla, no pude decir nada.

Entré a mi salón, y vi a Layla con una cara de rabia que nunca había visto. Ese día me concentre bastante en la escuela, pues estaba feliz. 

En pequeñas piezas (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora