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Una semana y media después...


Levántate inmediatamente o lo haré yo mismo, te lanzaré un balde de agua helada.

Anastasia se quejó ante la voz que osaba interrumpir su sueño reparador-de-energía-después-de-haber-sido-dosificada-como-un-jodido-adicto-a-las-drogas-de-mala-calidad –como ella elegantemente lo llamaba– y elevó un brazo hacia el despertador, comenzó a palmar con su mano el ruido, buscando el botón de silencio.

No había tenido despertador cuando estuvo con Strucker, se sintió en la sección prestigiada del centro de HYDRA, así como una sección VIP, ahora que la despertaban como recuerda a su madre despertándola para ir a la escuela. Incluso apareció el balde de agua de por medio.

Estirando su mano, encontró la piel suave de alguien, cabello sedoso y una cosa de metal. Dudaba que fuera el balde siendo tan... largo y grueso.

Frunciendo el ceño, aún con los ojos cerrados, empezó a tocar la nariz del rostro.

—¿Qué crees que haces? —preguntó el desconocido con la misma voz grave y ronca.

—Pues trato de apagarte.

Se escuchó una respiración jadeante, antes de que pudiera darse cuenta, alguien le quitó las sábanas del cuerpo, enfriándola rápidamente. Nunca había tenido un sueño tan tranquilo como el de anoche, ni tan calentito tampoco. Y así fue toda su semana; entre dormir como un oso y el calor enamoradizo que brindaban las sábanas de su cama.

Jamás se acostumbraría a dormir con comodidades, pero trataba, le costaba tanto dormir ahora, tan arropada, sin interrupciones... suspiró mentalmente. Era un martirio. (Sarcasmo).

—He dicho que te levantes.

Comenzó a quejarse rápidamente. ¡Cinco minutos más!

—Levántate.

Abrió levemente los ojos, viendo de pie ahí al Soldado del Invierno, fulminándola con la mirada. Anastasia rodó sobre su costado, dándole la espalda mientras se volvía a acomodar para dormir.

—Oh, no. Tú no otra vez. Déjame en paz.

—Esa no es una opción.

—No te estoy dando opciones, sólo lárgate y no vuelvas.

—¿No te levantarás por cuenta propia?

—N... —ella ni siquiera contestó y fingió roncar para que así, si es que fuera posible, recapacitara y notara que realmente estaba cansada.

No escuchó nada de él por un buen minuto, como la primera vez, no escuchó el roce de telas ni una respiración. Es como si se hubiera evaporado de la nada.

Creyendo que se había marchado, dejó de roncar y se acomodó más en la cama.

Pero entonces escuchó un movimiento corporal y se tensó.

—Te lo advertí.

Antes de que ella pudiera darse cuenta, él la tomó de las manos y la obligó a sentarse en el catre de un súbito golpe, justo frente a su estómago envuelto en tela negra y gruesa. Aún en un estado medio grogui, Anastasia manifestó su desagrado gimiendo.

—¿Estás bromeando?

—Te toca un baño. Estás sucia, hueles mal.

Anastasia aspiró, ofendida. Subió la mirada hacia él, encontrando algo extraño en su imagen. No lo había visto desde esa vez, en la que él juró protegerla, de eso ya han pasado diez días u once, no lo recuerda. No obstante, el sentimiento injurioso aún estaba ardiendo dentro de ella.

WINTER ART • Bucky Barnes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora