Capítulo 1: ¿Robocop? ¿Eres tú?

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1. ¿Robocop? ¿Eres tú?



El frío nocturno de la ciudad de Montreal, Canadá, era, relativamente, horripilantemente difícil de llevar y soportar. En especial a mediados de otoño, donde tus mocos en descenso se convertían en estalactitas y tu cerebro lo único que atinaba a cavilar era no morirse de hipotermia.

Y tampoco ayudaba el hecho de tener un traje de guardia que técnicamente le compraron en la sección de niños, allí donde todo era más barato y económico; consistía en unos ceñidos pantalones de lino negro, una chaqueta igual de apretada de un material cortavientos y, lo único que salvaba del conjunto, eran sus cálidas botas timberland. De ahí, nada más podía brindarle candidez.

Cuando le dijo a Tank que hacía un frío de puta madre hablaba en serio. Más que nada, eran los fríos vientos los que afectaban su salud mental. Eran potentes, tanto así que podían dejarte escarchado en tu sitio, rogando por estar metido en tu cama. Es por eso que los del circo metían las jaulas de los animales en la Gran Carpa, así no pasaban éste desastroso frío.

Pero nadie se apiadaba de la pobre de Anya, quien debía estar aquí hasta las nueve de la mañana. ¡No quería ni imaginarse en invierno que pasará si se quedaban en Canadá!

Debía pasar por los animales, los remolques del personal, revisar los perímetros de la virgen tierra de los zurubios. En ningún momento aparecía una taza de café o un buen whiskey.

Tank rodeó el remolque vacío de Lily y continuó su camino hasta el suyo.

—¿Planeas llevarme todo el tiempo en brazos, cariño? —ella preguntó—. Porque sé dónde tengo que ir, no es necesario darme un tour por segunda... no, sexta vez. Me sé mi trabajo.

—Así me aseguraré que no escapes.

Anya se aclaró la garganta.

—No escaparé, comprendo que quieras ir con tu esposa.

El grandote pareció considerarlo un rato y, en cuanto detuvo su preponderante andar, la puso en el suelo. Anya le sonrió afectuosamente, enseñándole una inocente mirada que...

Giró sobre sus talones y se echó a correr por su vida en dirección contraria a la que quería ir Tank, chillando en silencio para que no la alcanzara. Oyó el gruñido furioso de Tank tras suyo y lo sintió perseguirla.

Ya luego de una intrépida persecución, una inteligente partida de escondidas y burladas imposibles, la tierra empezó a temblar bajo sus pies, dándole a entender que el mastodonte se acercaba cada vez más y más, atinó a emplear la técnica del zigzagueo como último recurso.

¡Nada podía acabar con Tank!

Derecha, izquierda, derecha, izquierda, izquierda... mierda.

Le agarró la parte posterior del cabello y tiró de él, consiguiendo que cayera al suelo mirando en dirección al cielo, su espalda azotó el suelo y rebotó brutalmente.

Auch. En serio, auch.

Vale, vale, pensaba trabajosamente. Se lo merecía; por mentirosa y escurridiza.

Se sobó la parte del cráneo que punzaba mientras se retorcía en el suelo. Los pasos de Tank ni siquiera la asustaron, él la estaba rodeando, esperando que atacara, como una maldita bestia felina. Anya amaba la relación que tenía con Tank. Ya saben, la de «tú golpea y yo recibo» o «mierda, mi ojo no, idiota» e incluso la de «esa es mi visera, devuélvemela».

WINTER ART • Bucky Barnes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora