Capítulo 4: Cambio y fuera.

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4. Cambio y fuera.


Bucky era un malhumorado bastardo.

La engañó y la persuadió con su absurda belleza masculina. Esto pasaba porque Anya no podía resistirse a idiotas calientes que las hacen de chicos malos. ¿Quién se resiste a un chico malo? ¡Nadie! Anya no era la excepción tampoco.

Le dijo que le dejaría los de la derecha, lo vio asentir con la cabeza, ahora que lo piensa, debió habérselo pedido por escrito, con su firma y consentimiento. Así no habría pasado este injurio.

Cuando Bucky se acercó sigilosamente a su lado, o sea, el jodido-lado-izquierdo-de-los-cojones, lanzó una bomba que sacó de-quién-sabe-dónde y acabó con todos los hombres que se suponen eran la responsabilidad de Anya. ¡Acabó con todos los de la derecha de un solo golpe!

Primero que todo, ella chilló y luego se agachó cuando un hombre la vio y disparó en su dirección. Ella hizo girar su cachiporra entre sus dedos y la lanzó a ciegas. Para su suerte, le dio en la cara a uno de los hombres que Bucky golpeó y que no cayó inconsciente.

¡Toma eso, idiota!

Un hombre gimió y los disparos se acabaron. Anya volvió a asomarse por el arbusto y notó que ya todos estaban en el piso, inconscientes.

—¡Eres un imbécil! —le gritó a Bucky, yendo en su encuentro—. ¿Qué parte de «somos un equipo» no entendiste?

Él se acuclilló junto a un hombre y lo vació, quitándole sus armas.

—No sé lo que es un equipo.

—¡No me digas!

—Si te hubieras encargado, habrías salido lastimada.

Ella sonrió tontamente, aunque cuando se dio cuenta de que lo hacía, se volvió seria otra vez.

—¿Te preocupas por mí?

—No.

Bufó, sorprendiéndose al sentir decepción.

—¿Entonces qué significa que te asustes si me lastiman?

—Que salgas herida pone en peligro a las mujeres. Te necesito en campo cerrado, no en campo abierto, donde te puedan disparar desde cualquier ángulo.

Él recargó un arma, guardó una en su cinturón y otra en sus botas. Hizo todo eso con las manos enguantadas, lo que le llamó la atención y picó su viperina curiosidad.

—¿Tienes frío?

No ralentizó sus movimientos.

—¿Por qué preguntas?

—Por tus guantes. —ella se alejó, copiando sus acciones, desarmó a un hombre y se guardó cuanta arma podía cargar. Incluso contempló la cañería arrancada.

—No tomes porquerías y ven aquí.

—No son porquerías, son armas caseras —él tomó una fuerte bocanada de aire, como hacían las personas que conocían a Anya, buscaba paciencia—. Ay, no te pongas en plan diva. Sé que te gusto al fin y al cabo.

—Tu belleza está sobrevalorada.

—¿Sobrevalorada? ¿Por quién?

—Por ti misma.

—Vaya, guau, esa es la manera más elegante en la que alguien me ha dicho risible.

Bucky terminó de alistar su cinturón y la tomó del codo, acercando su rostro al suyo.

WINTER ART • Bucky Barnes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora