Capítulo 45: Lo más lindo que me han dicho en toda mi vida.

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45. Lo más lindo que me han dicho en toda mi vida.

Anya lloraba en su interior cuando vislumbró a Bucky, lejano, tan hermoso como lo recuerda.

Su largo cabello castaño se alzaba con cada paso que daba producto del frío viento, dejando sus mejillas pálidas y su nariz roja. Usaba ropa oscura y parqueaba fuerza y furia a cada segundo que pasaba. Se veía tan adorable que su pecho se apretujó con dolor.

Había pasado tanto tiempo –o ella sentía que había pasado una solitaria y miserable eternidad– desde que lo había visto por última vez en ese jet camino a Inglaterra, hace, ¿hace cuánto fue? ¿Unos días? ¿Semanas? No lo sabía. Sin embargo, fue un alivio. Él estaba vivo. Realmente vivo.

Estuvo a punto de llorar, pero su nuevo cuerpo... o al menos, el controlado por su padre, no reaccionó a las emociones. El saber y el hacer eran cosas diferentes, se dijo, y ya no podía decidir por ninguna de las dos en estos momentos.

Una voz habló en sus pensamientos.

Vas bien, Ana. Solo sigue adelante y espera a que te diga que ataques.

Deseó más que nunca que su cuerpo volviera a ser suyo y no un robot que obedecía a las órdenes de su padre. Deseó más que nunca haber muerto en ese jet, así Bucky no habría tenido que pasar por esto. Ella le había prometido no meterse entremedio y aun así, insistió y él permitió su capricho porque sabía que serían sus últimas instancias para estar juntos.

Oh, luchó, lloró, imploró. Llamó a su pesadilla, pataleó mentalmente, intentó quedarse dormida o moverse de tal manera que pudiera lesionarse, pero nada funcionó. Fue como estar jugando un videojuego... o ver cómo lo jugaban dentro de una habitación oscura y silenciosa.

Conocía sus límites. Anya conocía su cuerpo y su mente. Sabía cuánto daño podría hacerle a Bucky si luchaban y eso la destrozó por dentro.

Auxilio, bebé. Estoy aquí, sálvame.



Bucky subió a un roca, mirando a lo lejos a cualquier cosa que le indicara alguna guarida o señal de que Anya estaba cerca. No hubo gritos ni disparos. Estaba tan tranquilo que podía oír sus propios latidos golpetear contra su pecho.

Estaba rodeado por un bosque concurrido de una variedad viva y muerta de árboles heterogéneos. Algunos caídos, otros llenos de musgo, verdes, cafés, rojizos... si no fuera porque este lugar, a futuro, le traería malos recuerdos por parecerse demasiado a Siberia y las muchas bases que HYDRA tuvo en Rusia, habría optado o considerado vivir por los alrededores.

Era muy relajante.

Un ruido a sus espaldas lo alertó y se bajó de la piedra de un solo salto.

Las hojas secas caídas crujieron ante los pies de alguien que se acercaba. Preparó su arma en su bolsillo, la sacó, apuntó y retorció el gatillo en esa dirección...

—¿Alguien alguna vez te ha dicho que eres difícil de seguir?

El pelo rojo de Jackson hizo acto de presencia, justo cuando el niño golpeaba ramas de árboles que quedaban en su camino. Una obvia expresión de asco surcaba su rostro.

Bucky alzó una ceja.

—Sí. —respondió.

—¿Ah, sí?

—Sí. —repitió.

—Pues qué bueno que lo tengas presente —se quitó una rama de su cabeza con un gruñido—. Si hubiera sabido que ibas a dejarme atrás te habría pintado tus suelas con pintura rosa. Y rosa, no azul o roja. Rosa. R-o-s-a. Para que te pese tu masculinidad contra la mía, ¡porque acabas de dejarme en ridículo!

WINTER ART • Bucky Barnes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora