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¿Realmente se había despedido de James?

Ja. Sí, claro. Sólo necesitaba saber dónde lo mandarían y ella iría por él. Si él se reusaba... Anastasia había decidido a irse de todas formas. Ya no lo soportaba, no quería estar aquí en HYDRA, no podía estar más tiempo aquí. No después de ver qué tan feliz sonreír en su última visión.

Ella sería feliz. Finalmente lo sería.

—¿Algo que decir, Ana?

—¿Que a Rumlow le apesta la boca?

Ya no quiso golpearla, sólo bufó audiblemente.

—No, me refiero a tu nueva residencia. ¿No tienes curiosidad?

Anastasia se rascó la cabeza y soltó un sonido de negación.

—La verdad es que no, ya sé dónde voy a ir —mentía, no había tenido una visión de ese lugar porque nunca iría allí, escaparía aquí y ahora—. ¿Nos iremos de inmediato?

—Sí, sólo tengo que hacer unas cuantas cosas antes. Acompáñame.

Arrastró los pies todo el camino que Strucker la obligó a seguir, hasta que llegaron a una sala de controles, donde muchos buscaban en computadores, otros desordenaban papeles y... había un pequeño hombre amarrado en una silla en medio del cuarto. Era rubio y tenía amordazada la boca, tenía un ojo morado y lloriqueaba a cada persona que pasaba cerca de él. Todos, claramente, lo ignoraban como si no estuviera ahí.

—¿Se portó mal? —preguntó Anastasia con una débil voz.

—Se podría decir que sí —dijo Strucker, caminando hacia el muchacho de no más de quince años, lo tomó por el cabello, jalándoselo con fuerza. El chico gimió de dolor. El estómago de Anastasia dio un vuelco al ver la sangre saliendo de sus labios cubiertos. Strucker, entonces subió la mirada hasta encontrar la suya—. Mátalo.

Eso no se lo esperaba. Aunque debió, sabiendo de quién hablaban.

—¿Perdón?

—Quiero que lo mates. Sin refutar.

Eso era exactamente lo que iba a hacer, reusarse. Y quizá enseñarle su dedo preferido. Pero, sabía que no saldría de aquí hasta que lo hiciera. Hasta que matara a ese niño. Debía ser obediente si quería ganar la suficiente confianza de Strucker para hacerle saber que no estaba insolente ni inestable. Hoy más que nada necesitaba de esa confianza.

—Matar así, ¿cómo?

El Barón rodó los ojos, claramente aburrido.

—Dejar sin vida, que no respire, que su corazón no lata. Quiero que lo mates, me ha causado problemas, más del que tú me has causado.

—No parece un chico problemático.

Él toma una buena bocanada de aire y se acerca a ella, la tomó del brazo bruscamente y acercó su boca a su oído, donde gruñó.

—Trabajas para mí, eres mía, mí arma, mí milagro. Ahora obedece.

Anastasia se tambaleó cuando él la soltó, con el corazón agitado. Se sentía entre la espada y la pared, quería ganar la confianza de Strucker, pero no asesinando a alguien, sin importar qué hiciera.

—¿O quieres que traiga aquí al Soldado del Invierno a matarlo?

Maldita sea el día en que mamá-Strucker tuvo el bajón de calentura con papá-Strucker y concibieron a esta adorable y antropomorfa criatura.

WINTER ART • Bucky Barnes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora