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Oh, que Strucker, Pierce y todos en HYDRA se vayan a la mierda, yo llevaré a James conmigo, hasta el fin del mundo. Lo mantendré a salvo, lo salvaré de todo, incluso de sus recuerdos; velaré sus sueños para nada lo perturbe, lo curaré.

Anastasia pensaba en todo eso mientras él aún la miraba, en espera de una respuesta. Aunque claro, él no dejó que ella dijera nada ante su deseo de crear una familia, endureció su expresión de inmediato y apartó su mano humana.

—No quiero que vuelvas a repetir eso, sólo queda entre nosotros y tampoco quiero que me lo recuerdes, simplemente te lo dije por un arranque de debilidad.

Ella no estaba de acuerdo con eso, pero tampoco era como si fuera a insistir. Ponerlo incómodo no era su intensión.

—Claro, entendido.

—Ahora —él metió la mano a su bolsillo y sacó hojas... ¡de su cuadernillo!—. Las escondí cuando Rumlow me llevó a nuestro cuarto. Esas no merecían ser revisadas por Strucker.

Las tomó entre sus manos y las desdobló, viendo el carboncillo creando a una niña riendo animadamente junto a un hombre gruñón con un brazo de metal, varias de esas se repetían, todas de Anastasia molestándolo, pasando los meses juntos, contándose historias, él avergonzándola con alguna frase depravada... y estaba la de su muerte. Los rizos de Anastasia estaban esparcidos por la nieve y entre los brazos de James, él... lucía demacrado, tenía la boca abierta en un rugido de dolor.

—Gracias —ella balbuceó, doblando nuevamente las hojas—. Significan mucho estas.

—Me quedé con un par —dijo él sin emoción en su tono de voz—. Si no te importa que me las quede. Quería al menos tener algo para saber que te conocí, niña.

Se conmovió con sus palabras, eran muy dulces, aunque las dijera casi mecánicamente; la intención estaba ahí. Él quería un recuerdo de ella. No hubo nada que la llenó más de felicidad.

—Puedes tenerlas. Apuesto a que te dejaste la que salgo cayéndome de la cama y en la que me estás... —se le secó la boca, tuvo que aclararse la garganta para continuar—, duchando.

—Y una en la que únicamente sales tú, en la cual me has hecho una dedicatoria bastante... peculiar —él se cruzó de brazos, la diversión brilló en sus ojos—. Yo también te encuentro atractiva, Anya. Caliente también, por cierto.

—Oh, por todos los cielos. ¡La escribí cuando acababa de despertar!

Se escuchó su masculina risa por debajo de la máscara.

—Aun así, la conservaré —él pareció pensar algo—. La veré cada noche antes de irme a dormir, cuando no te recuerde, pensaré en que al menos tenía a una guapa señorita esperando por mí en casa.

Lastimosamente, ella se sonrojó y apartó la mirada, guardando sus dibujos en su brasier. Eso sonó triste, más para él que para ella.

—¿Tienes que cuidarme?

—Como siempre.

Ella se mordió el labio.

—Te voy a extrañar, bebé —masculló con un suave susurro—. Te extrañaré más de lo que creí extrañar a alguien de aquí. Mucho más.

—No digas eso, no te irás.

—Oh, lo haré. Y tú no me detendrás, ¿sabes por qué?

Él, muy a su pesar, se encontró acercándose y tomándole el rostro entre las manos.

WINTER ART • Bucky Barnes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora