Prólogo

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Luna lloraba sin consuelo alguno. Estaba destrozada... Su mundo, el que tanto le costo establecer y construir, se había derrumbado en lo que dura un parpadeo.

Acababa de recibir la peor noticia de su vida en una llamada telefónica. El teléfono móvil yacía en el suelo pues lo dejó escapar para llevar sus manos al pecho. Pudo sentir como las hebras de su corazón se rompían, como cuerdas de guitarra desgastadas. Dolía mucho, tanto que lanzó un grito desgarrador sin poder soportar el terrible peso que se anidó en su ser, obligandola a caer de rodillas.

No podía ser verdad.

Nina llegó corriendo a su habitación. Dejó con apuro en la mesita de noche los panquecillos que Mónica le dió como aperitivo mientras estudiaban para el periodo de exámenes. 

—¿Qué sucede? ¿te has lastimado? —fue lo primero que se le vino a la mente ante la escena que su mejor amiga le brindaba. 

Pero Luna parecía no escucharle, siquiera estaba consciente de lo que pasaba a su alrededor. Tenía los ojos desorbitados y la mandíbula desencajada. 

—Luna, estás asustándome. ¿Qué ocurrió? ¿Viste una araña? ¿Te ha picado un bicho? ¡Luna!   —Nina comenzó a impacientarse. 

Luna abría la boca como si quisiese responder pero ni una palabra salía de sus labios, únicamente el sonido de sollozos que eran espeluznantes y Nina pudo distinguir una voz agresiva que sonaba en la lejanía. Centró su atención en eso que parecían ser reclamos rabiosos y se percató que provenían del teléfono móvil de Luna, que yacía con la pantalla al piso. 

Lo cogió precipitadamente, acometida de sospecha. 

¡...Ojalá hubieras muerto tú en su lugar! ¡Tú, que sólo le diste problemas! ¡Tú, la causa de esta espantosa desgracia! —un hombre se gastaba la voz a gritos y Nina tuvo que  separarse unos centímetros de la bocina, sintiendo un frío desagradable en la espina dorsal . 

—¿Quién habla? —preguntó con voz trémula y ciertamente, sin ánimos de enterarse por completo de lo sucedido. Tenía miedo de saber el motivo que le infringía tanto daño a su mejor amiga. 

¡¿Ahora te haces la tonta?! ¡No, qué va! ¡Siempre lo fuiste! ¡Una tonta! ¡Estúpida! —bramó el interlocutor.  

Nina apretó los puños, enfadada, pues era obvio que esas palabras hirientes iban dirigidas a Luna. Estaba dispuesta a replicar en defensa pero Luna le arrebató el móvil en un movimiento brusco.

—¡Esto no puede estar pasando! Por favor dígame dónde se encuentra ahora —dijo Luna con voz áspera, llena de tristeza.

¡Jamás! ¡Déjale descansar en paz! ¿Me oíste, niña? ¡Entiéndelo! Matteo está muerto y es por tu culpa. Él compró un billete de avión para ir a verte a Buenos Aires, en esa maldita competencia de patinaje, como le pediste, sin importarte que estuviera bastante ocupado con la universidad. —Nina logró escucharle a la perfección. Sus ojos se empañaron y sintió un hueco en el estómago.

Nina esperaba que se tratara de una pesadilla. Matteo, alguien tan joven; con la vida a su merced para tratarla a su antojo, con un montón de sueños y oportunidades en puerta, ahora muerto... Sencillamente era injusto, imposible y doloroso.

Debía tratarse de una pesadilla, sí.

¡Es tu culpa! —insistió el hombre detrás de la bocina.

—¡No es verdad! —gritó Luna y a continuación, un pitido largo fue lo único se escuchó a través del teléfono, indicando que la llamada se había terminado.

Con tinta de agua clara (Soy Luna Fanfic) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora