Capítulo 5: Enredo de emociones

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La casa de los Valente era una construcción de dos piezas con decoración minimalista que era acogedora y cualquier persona que entraba, se sentía parte de esa pequeña Familia. Pero para Luna, ese sitio se convirtió en todo, menos en su hogar desde que Matteo ya no estaba.

Mónica y Miguel fueron despedidos de la Mansión Benson sin ninguna explicación, de repente Sharon Benson algo perturbada les exigió que abandonaran la mansión e incluso compró billetes de avión hacia México para que los Valente regresaran. Luna, que en ese entonces todo marchaba bien, pidió saber los motivos, pero Sharon le gritó que era ella la persona que no quería en su casa como primer lugar. Días después Miguel compró una casa y se instalaron allí. Todo era armonioso, incluso Luna se sintió con más libertad de invitar a Matteo a comer o pasar la tarde en el jardín de Mónica.

Cuando Luna recibió la noticia del accidente de Matteo, esa casa tan armoniosa se transformó en un santuario de lágrimas y lamentos y mutó a algo parecido a un centro psiquiátrico en la que habitaba un matrimonió que comenzó a perder la paciencia ante su hija que no podía asimilar la perdida de su novio; una pareja que ya no tenía ánimos de quedarse en vela para consolar a la muchachita, todas las palabras de aliento se habían acabado... Se cansaron de explicarle que era la ley de la vida y ni porque llorase un manantial, haría regresar a Matteo. Simón era la única persona capaz de entender un poco a Luna, comprendía que su dolor se debía más a que nunca pudo despedirse de Matteo y encima le culparon de su muerte. Le costaba aceptar que había fallecido, sí, pero más le consumía el que los padres de Matteo se negasen a darle la dirección donde sus restos descansarían, Luna no tenía un sitio qué visitar para palpar que había perdido a la persona que más amaba en su vida y el hecho de que encontrase a una persona idéntica a Matteo casi al año de su muerte, le hacía volar su imaginación y descartar la posibilidad de que no murió y Federico era Matteo. Pero Federico le confesó que era otra persona y Simón se encargó de que perdiera la oportunidad de saber todo acerca de ese chico y convencerse que sus ideas eran una total locura...

Maldito Simón, por su culpa perdió de vista a Federico y Ámbar, la ultima persona de quien esperaba apoyo. Por Simón y su cambio repentino ahora Luna estaba entrando a su casa esperando los reclamos de Mónica por no llegar a dormir, reclamos que no tenían lugar porque ni se molestaron en buscarla o llamarle para saber dónde estaba.

-Por fin llegas -dijo Miguel en cuanto se percataron de que Luna estaba presente.

Luna pasó de largo con dirección a las escaleras para ir a su habitación.

-¿No tienes algo qué decirnos? -preguntó el hombre.

-Lo siento, creí que ya estaban fastidiados de escucharme. -respondió Luna.

-No empieces, Luna...

-¿Empezar qué? ¿A llorar? Ay no te preocupes que para eso me voy a encerrar a mi habitación, para no molestarte más.

Mónica salió de la cocina limpiándose las manos con un paño.

-¿Donde estabas, Luna?

-En el roller.

-¿Ahí pasaste la noche? -preguntó Mónica.

-¿Qué importa ahora? -rio Luna.

-Luna, contesta.

-Con Simón.

-¿Y te pareció correcto ir a dormir a un departamento donde sólo hay chicos? -Miguel arrugó la frente esperando la réplica de Luna.

-Bueno ¿y ustedes por quién me toman? Ah, cierto, por una loca ¿Verdad? Ayer me lo dijeron... Sí.

-Luna bájale a tu tono. -le advirtió Mónica.

Con tinta de agua clara (Soy Luna Fanfic) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora