Capítulo 1: Vuelvo a verte

1.4K 128 65
                                    

Los sueños de Luna se caracterizaban por ser demasiado nítidos para su gusto, y por alguna extraña razón estos le mostraban un atisbo del pasado, le revelaban verdades de su presente o le anunciaban el futuro aunque no se diera cuenta de esto último hasta que las imágenes de esos sueños se materializaban. Un par de meses después de enterarse que Matteo había fallecido, el chico fresa fue el protagonista de un sueño recurrente: él en medio de la pista del Roller invitaba a Luna a patinar juntos. Cuando Luna estaba por cogerle la mano, Matteo se desvanecía.

Hacía ya un año desde que Matteo falleció y el mundo que dejó cambió de forma radical. En primer lugar, Luna Valente dejó de sonreír, no hablaba sino hasta que la sometían a un especie de interrogatorio. Contestaba únicamente con monosílabos. Asimismo desarrolló un miedo descomunal a los patines, no quería caer y que las grietas de su ser estallaran en mil pedazos contra el suelo frió y pálido de la pista. No se sentía capaz de seguir patinando como lo hacía antes, ¿Para qué seguir en la pista si su pareja ya no estaba? Cada que daba un giro o realizaba algún paso tenía miedo de caer y que Matteo no estuviese ahí para retarla a levantarse.

Y éste hecho trajo repercusiones en el Jam & Roller.

Los demás chicos también dejaron de patinar para manifestar duelo y ser empáticos con Luna. Lo cierto es que todos estaban devastados con la pérdida de Matteo.  

Lo que la motivaba a Luna a arriesgarse ya no existía. Tomar riesgos significaba perder más de lo que la vida le había arrebatado. No obstante, en ella persistía la pasión por el patinaje, de manera que decidió ser la coreógrafa de las parejas que representarían al Jam & Roller en futuras competencias tanto regionales como internacionales; un trabajo que no requería de ponerse los patines.   

—Excelente chicos. Seguro ganan la competencia —dijo Luna cierto día, muy entusiasmada, a la pareja que ensayaba su rutina—. Tomen un descanso, debemos practicar ese último paso y la pose final. —la pareja asintió y fueron a la zona de comida, Luna les siguió y se paró frente al mostrador.

La verdad es que sólo esa pareja frecuentaba el roller. Ya no había más patinadores, nadie nuevo llegaba, desde que Matteo murió la tristeza que allí merodeaba ahuyentaba a la gente nueva, a la buena vibra y el positivismo. 

—Es increíble que ahora las mesas estén llenas y la pista vacía —comentó Pedro a nadie en particular en cuanto Luna se recargó en la barra—. Si seguimos así tendremos que convertir esto en un restauran de comida rápida.

—Hay una entrega —informó  Nico poniendo al lado de Luna una mochila térmica con el logo estampado del Jam & Roller.

Luna se esforzó por parecer interesada pues era su turno de realizar las entregas a domicilio, el nuevo servicio de la cafetería del Roller misma que se hizo famosa por la exquisita comida de Pedro. Además la modalidad fue añadida ya que la pista estaba decayendo y era preciso que los ingresos económicos se mantuvieran justo como antes de que Tamara se fuera a Japón y dejara todo en manos de Pedro, para que el lugar no se perdiera. Los repartidores iban en patines —excepto Luna— como estrategia para levantar el interés por el patín y que más gente se animara a practicar este deporte en el Roller.

—Esta es la dirección. —Nico le dio un papelito a Luna— está algo retirado. Si gustas le digo a Simón que vaya en tu lugar pues caminando te harás unos veinte minutos como máximo. 

La muchachita tragó saliva para deshacer el nudo en su garganta. No estaba lista para ponerse los patines, aún no sin embargo el Roller garantizaba sus entregas a domicilio en menos de quince minutos. 

—No hay problema —dijo Luna. Lo haré. 

—¿Hacer qué? —Simón llegó con ellos y ladeó la cabeza.

Con tinta de agua clara (Soy Luna Fanfic) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora