Parte 45: ¡Ethan! ¡Miguel! [1]

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NOTA: Hola a todos, les habla la escritora. Quisiera pedirles, por favor, que voten en cada capítulo si es que están leyendo la historia, para saber si les gusta y si les va a seguir gustando. Me ayudarían mucho y a la historia también, así que no se olviden de dejar su voto y, si desean, su comentario. No a los lectores fantasmas :( 

***

Narra Ethan:

Ya es de noche, así que es el momento perfecto para ir a verla. Camino hacia su casa con ambas manos en los bolsillos, y la vista en el suelo. El aroma a café que percibo cuando paso cerca de una cafetería, me recuerda a ella. Esbozo una sonrisa.

«¿Cuándo pasó todo esto?»

Ya frente a su ventana, noto que su cortina está cerrada. Qué extraño, ella siempre la deja abierta. Bueno. Me trepo en el árbol y subo hasta quedar cerca a su habitación; abro su ventana y las cortinas, entrando de un salto.

No está... quizá se esté dando un baño o... no lo sé.

Mmm... por el momento tengo toda su habitación para mí solo. No podré quedarme aquí quieto sin husmear. La curiosidad me gana.

Camino hacia su cómoda con la intención de abrir un cajón. Cuando lo hago, me topo con una sorpresa: Son libros. Ruedo los ojos e intento buscar otra cosa en el otro. ¡Ah! Pero qué sorpresa: Son más libros. ¡Vaya! Angela tiene libros por todos lados y eso que tiene su propia y enorme biblioteca.

Camino hacia su cama y me recuesto en ella, esperando a que entre de una vez. Me doy cuenta de que su gata tampoco está, lo cual me sorprende. ¿Se habrán ido juntas? ¿La habrá sacado a pasear? Estiro la mano para echar un vistazo a su mesa de noche. Libros y más libros. Aunque claro, también tiene otras cosas sin importancia. ¿A qué hora regresará? Ya me estoy desesperando.

De pronto, un ruido me alarma. Son pasos fuertes acercándose a la puerta.

«¡Carajo, su padre!»

Me escondo rápidamente en su armario y lo cierro cuando escucho el picaporte siendo movido. Oh demonios.

Logro ver unos zapatos de hombre, pero nada más...

«Si su padre me llega a ver, de seguro Angela se enojará conmigo. Crearé más problemas de los que ya hay»

La persona deja de moverse, quedándose en un punto exacto. Escucho cómo un cajón es abierto de golpe. Luego, se cierra. Abre otro, para volver a cerrarlo. Con la confusión en mi mente, logro abrir un poco la puerta. Veo a alguien, pero... no es su padre. No distingo bien. Frunzo el ceño, angustiado, hasta que se pone de perfil.

¡Es el maldito imbécil que me mintió!

Observo furioso lo que tiene entre sus manos... es la ropa interior de Angela.

No lo soporto más. Abro la puerta del armario violentamente, casi rompiéndola.

―¿¡Qué haces aquí?! ―exclama.

―¿¡Qué hago yo aquí?! ¡Eres un maldito hijo de puta!

Me abalanzo sobre él, pegándole en el rostro con un puñete. Él reacciona golpeándome también en el rostro. No controlo más mi ira, así que lo empujo contra la pared, y comienzo a ahorcarlo sin control.

―¿¡Quién te crees tú, eh?! ¡Eres un imbécil! ¡Por tu culpa iba a perder a Angela! ¡Y ahora estás en su habitación!

Lo tengo acorralado, su cuello está en mi antebrazo. Su piel se torna roja por la sangre.

―¡Suéltame! ―habla entre dientes.

De repente, un impacto salvaje termina en mi abdomen, provocando que me estremezca de dolor.

―¿¡Tú que haces aquí?! ―grita―. ¡No debes estar aquí, Gray! ¿¡O qué?! ¿¡Crees que tienes derecho a todo porque le gustas a Angela?!

Mi respiración está acelerada, al igual que los latidos de mi corazón. Las venas me arden por el gran enojo que tengo, y no sé si pueda controlarme.

Un sabor metálico invade mi boca sin previo aviso. Coloco una mano en mi rostro, dándome cuenta de que es sangre.

Mi furia aumenta.

―¡Déjala en paz! ―lo golpeo firmemente en el abdomen muchas veces, sin poder tener la capacidad de detenerme.

―¿Qué...? ¡Ethan! ¡Miguel!

La voz de Angela me desconcentra. Volteo a mirarla, ya dejando de mover mis brazos. Puedo ver cómo se acerca hacia nosotros desesperadamente, mas pierdo el conocimiento al sentir un fuerte impacto en la cabeza. Caigo al piso inmediatamente, sintiendo que mis huesos de la espalda y el cuello se destrozan. Escucho mi cabeza rebotar en el piso. Todo se torna borroso de repente. Aquí comienza el dolor increíblemente inmenso, que se va extendiendo a todo mi cuerpo. Tanto, que no puedo continuar con los ojos abiertos.

Sólo logro escuchar un grito.

Un grito de Angela.

Di que me amas, por favor (Editando) » COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora