CAPÍTULO 2

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02|LA ODIO

02|LA ODIO

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David

Que las clases sean a horas tan tempranas no son buenas para mí ni para mi enorme falta de sueño. Soy una persona que necesita dormir muchas horas, que tiene el sueño muy profundo y que si no duerme las horas suficientes llevará un humor de perros allá por donde vaya.

La cuestión es que si no duermo no soy persona.

—Muy buenos días a todos. Mi nombre es... —comienza con su presentación el nuevo profesor.

En cambio, yo desconecto al oír sus ocho primeras palabras. Me importa una mierda como se llame, sólo quiero dormir o al menos echar una cabezadita de un par de minutos.

Apoyo el brazo derecho sobre el pupitre que tengo delante, dejando reposar la cabeza contra la palma de esta misma mano. Si cierro ahora los ojos juro que me quedo dormido en mitad de clase. Necesito dormir, esto de madrugar después de estar todo el verano levantándome a las doce del medio día por haber estado todos los días de fiesta no es sano. Sé que sería inadecuado quedarme dormido siendo el primer día de clase. No quiero causar una mala impresión al profesorado, pero el sueño manda. Los ojos se me van cerrando muy poco a poco...

—Espero que este nuevo curso os vaya bien —vuelvo a conectar con la realidad de un respingo al escuchar la voz del profesor penetrando en mis oídos—. Ahora mi ayudante Alexandra os hará entrega de los horarios y requisitos que debéis de cumplir en este curso. Una vez entregados estos, os podréis marchar a casa.

Una chica de pelo oscuro y mechas moradas se pasea por el aula repartiendo papeles. Lo hace con tanta mesura que solo puedo pensar en una cosa, en cuando llegue a mi sitio me encontrará dormido sobre la mesa y probablemente con un hilillo de baba brotando de mis labios.

Al estar cada vez un poco más cerca de mí comienzo a reconocer ese pelo negro, esas mechas moradas y sus pintas, esa ropa ancha es lo que me hace deducir todas las cuestiones que se estaban disolviendo sin ninguna solución en mi cabeza.

Hace el amago de entregarme el maldito papel, sin embargo se lo arranco de las manos antes de que me haga la entrega ella misma.

—Hostias pero si es la marimacho... —digo carente de humor al reconocerla.

Se para en seco al escucharme y se gira de cara a mí. Una sonrisa burlona se dibuja en mi rostro al verla.

—Veo que aquí ya dejan entrar a cualquiera —escupe retándome con la mirada.

—Sí, sólo tienes que verte a ti —trato de defenderme señalándola de arriba abajo.

Cruza los brazos sobre sus pechos, y ni aún así se nota la familiar forma abultada de los pechos, la cual debería hacerse presente. En la vida a todas las chicas que hacen ese mismo movimiento se les notan los pechos, incluso teniendo poco. Suelo ser bastante observador en cuanto a eso.

La primera vez con mi peor enemiga.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora