Capítulo 52. Día treinta

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David

Día treinta:

Alex hoy parece un poco más animada, al igual que espabilada. Acaba de dormirse hace como media hora, mientras tanto yo he aprovechado para seguir escribiendo en la libreta que ella me regaló todo lo que siento y pienso. Me desahogo de la mejor manera que sé, que al parecer es hacerlo mediante palabras. De un momento a otro Alex comienza a revolverse entre las sábanas, así que enseguida dejo lo que estoy haciendo y escondo la libreta detrás de mi espalda. Alex enseguida me mira con un ojo abierto y el otro medio cerrado.

—Buenos días dormilona.

Me acerco y le dejo un beso sobre la frente, provocando así que en su rostro se dibuje una bonita sonrisa.

—¿Qué hora es? —pregunta con la voz ronca de recién levantada.

—A penas las cinco y media —le informo mirando el reloj que llevo en la muñeca—. Estaba esperando a que te despertases para ir a por un café.

—Creo que voy a seguir durmiendo... —murmura remolona.

—No —le niego—. Vamos Alex, venga espabila —la animo y le doy pequeños golpecitos juguetones en las mejillas.

Ella gruñe a modo de respuesta.

—Como cuando vuelva no estés despierta... —comienzo a decir.

La respuesta que ahora recibo de su parte es sacarme la lengua. Parece que hoy se está tomando el día con humor, y me gusta verla así.

—Ahora vuelvo —le digo.

Salgo al pasillo y lo primero que hago es deshacerme de la odiosa mascarilla a la que le he cogido manía desde que comencé a utilizarla. Bajo a la planta baja, y me dirijo a la cafetería donde espero mi turno y pido un café para llevar. Sin embargo, el café desaparece antes de que vuelva a la habitación.

—Ya estoy aquí —anuncio entrando de vuelta.

Al hacerlo encuentro una situación que nunca llegué a imaginarme. Alex está abrazando a alguien, a nada más y a nada menos que a su ex. ¿Qué hace él aquí? Enseguida se apartan el uno del otro, se despiden y él se marcha sin dirigirme la mirada, pero consigo ver que sus ojos están enrojecidos como si hubiese estando llorando. Por desgracia eso no es todo lo que veo. Mi corazón se detiene y trago saliva. Soy incapaz de pronunciar palabra, así que no digo nada. Estoy asustado, asustado al ver que Alex tiene mi libreta medio abierta sobre su regazo, y al pensar que las primeras páginas que escribí siguen escritas hay, tan intactas como el primer día. Los dos nos miramos a los ojos, y ninguno de los dos decimos nada.

—No es tan malo como parece... —dice Alex.

Frunzo ceño. ¿Qué es lo que se supone que no es tan malo como parece? ¿Su ex o lo que hay escrito en mi libreta?

—Ha venido a ver como estaba, nunca antes le hablé de mi enfermedad y parece ser que se acaba de enterar —aclara—. Quería pedirme perdón por todo los malentendidos que ha habido entre nosotros, incluso ha llorado mientras lo hacía... ¿Lo has notado? Para que veas que la gente solo recapacita cuando alguien se está muriendo... —dice riendo.

Me encanta que se tome las cosas bien, pero no que diga que se está muriendo porque no lo está haciendo.

—Alex no te estás m...

—Y también ha venido a aclararme algo... Él no envió aquel vídeo queriendo —dice cortándome.

Ya no me acuerdo ni de que vídeo habla. Lo único de lo que me puedo acordar es de sus últimas palabras. Que piense así me destroza, y no solo a mí, sino a todas las personas que estamos a su alrededor.

La primera vez con mi peor enemiga.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora