Capítulo 55. Alex está enferma

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Antes de comenzar a leer el capítulo dadle al play. Quiero que escuchéis la canción que os he dejado en multimedia.

David

El camino se me hace más largo que de costumbre, y estar a solas con Jorge no ayuda en absoluto. El silencio se ha apoderado desde el primer segundo en el que nos hemos quedado a solas, y juraría que la tensión se puede notar a kilómetros de distancia. Jorge conduce centrado sin apartar la vista de la carretera, mientras que yo me miro en el espejo retrovisor de mi lado. Definitivamente estoy hecho un desastre. Mi pelo está demasiado corto, mi rostro pálido y mi falta de sueño es de lo más notable con tan solo echarme un vistazo y ver mis ojeras, estas están demasiado marcadas debido a no dormir en condiciones y lo suficiente. Durante este último mes dormir para mí más bien ha sido echar cabezadas en los sillones de la sala de espera. Estoy deseando llegar a casa y dormir durante un día entero por fin de una vez por todas en mi habitación, en mi cama, en mi hogar y por suerte son pocos los minutos que tardamos en llegar. Estar en casa es lo único que me apetece ahora mismo. Una vez que Jorge aparca, bajo de mi coche y comienzo a descargar todo el equipaje. Enseguida sin pedirlo, Nat y Jorge me echan una mano con todo. Traigo demasiadas cosas, y me sería imposible cargar con todo a la vez yo solo.

—David... —escucho la voz de mamá.

Cuando me doy la vuelta para verla, encuentro una expresión de emoción invadiendo su rostro. Ella se acerca a mí hasta que me estrecha entre sus brazos. Sin embargo, yo tengo dificultad para hacerlo hasta que veo y noto como papá me quita la carga que llevo encima. Es entonces cuando puedo rodear a mamá con mis brazos y estrecharla entre ellos. Su abrazo me reconforta, me da la tranquilidad que necesito y por fin siento que estoy a salvo. Por fin estoy en casa, junto a mi familia.

—¿Qué te has hecho en el pelo? —pregunta extrañada cuando deja de abrazarme.

Mamá me conoce demasiado bien como para saber que nunca me raparía al cero, ya que soy demasiado coqueto. Ahora no me mira con emoción, me mira con los ojos entrecerrados, intentando averiguar algo, analizándome de arriba abajo.

—Mi pelo es lo de menos... —digo forzando media sonrisa intentando restarle importancia.

—Cariño, y estas ojeras... —habla acariciando mis mejillas con delicadeza—. ¿Has dormido y comido bien estos últimos días?

Quiero contestarle que no. Que aparte de no haber dormido he perdido el apetito durante estos días, y que mis ojeras son de lo más obvio cuando me he pasado las noches en vela mirando a Alex simplemente dormir porque no podía despegar la mirada de ella.

—Solo... Me apetecía hacerlo —miento encogiéndome de hombros.

—¿Por qué no subes a descansar? —propone mamá—. Nosotros nos encargamos de esto.

De primeras intento decir que no, que ya me ocupo yo de todo simplemente para que no se preocupe por mí, pero cuando soy consciente de que mi pecho comienza a subir y a bajar con rapidez, al igual que soy consciente de cómo mis ojos pican, asiento sin pensarlo dos veces, y dando las gracias me marcho. Sin decir absolutamente nada, me adentro en casa antes de que alguien me detenga. Lo único que me apetece y que necesito ahora mismo es descansar durante un buen rato, sobre todo para no pensar en nada. Una vez que por fin entro en mi habitación y veo mi cama, camino hacia ella sin pensarlo y me tiro encima para seguidamente abrazarme a la almohada. Sé a ciencia cierta que mamá sabe que me pasa algo, que no es normal que mi pelo haya medio desaparecido al estar tan corto, y sobre todo lo más sospechoso de todo es que mis ojeras estén marcadas de no dormir con lo que me gusta hacerlo. Me obligo a dar media vuelta sobre el colchón. Tengo que ser capaz de contarles lo que está pasando.

La primera vez con mi peor enemiga.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora