CAPÍTULO 14

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14|DÉJAME AYUDARTE

David

Dos años después...

Me encuentro sentado en un banco de lo más incómodo y encerrado entre barrotes. Acabo de recibir una nueva carta con la que jugueteo entre las manos decidiéndome si abrirla o no. Al final opto por la segunda opción y lo que me encuentro no es nada más y nada menos que un mensaje de ella.

"Por tu súper masculinidad te encuentras entre barrotes míster ego."

Una carita con la lengua sacada acaba con el mensaje. Llevo recibiendo miles de ellos, y todos los tengo amontonados en un rincón

Y luego...

¡ES BROMA! AQUÍ EMPIEZA LO BUENO:

David

No sé cuánto tiempo llevo aquí sin hacer nada encerrado entre cuatro paredes cruzado de brazos. Me encuentro sólo en una habitación de lo más fría, triste y calculadora, una habitación que da algo más que pena. Estoy acompañado de una mesa rectangular alargada de un color grisáceo y liso, y dos sillas, una de ellas en la que me encuentro yo sentado. Alrededor de estas cuatro paredes no hay absolutamente nada de nada, excepto la puerta que se encuentra entreabierta y un espejo en el que me veo reflejado. Mi cara da pena y seguramente ese espejo es uno de esos desde el que me ven y controlan desde el otro lado.

¿Acaso he cometido un delito al haber golpeado el coche de un agente de policía? Al parecer sí.

Un murmullo comienza a escucharse al fondo de los pasillos de comisaría. Enseguida reconozco la voz de Yoel. Pensé que no vendría nunca a sacarme de aquí después de mi llamada, que es la única cosa que me han dejado hacer después de quitarme toda y cada una de las pertenencias que llevaba encima. Escucho como sus pasos resuenan al final del pasillo dirigiéndose hacia aquí, cada vez está más cerca y por fin después de pasar el día aquí podré salir de una vez por todas.

—¡Ya era hora! —exclamo gruñendo al verle entrar en la habitación.

—Cállate y escúchame —responde seco cortándome—. David... ¿No puedes estar por una vez en tu vida sin meterte en algún que otro lío tío?

—¡No he hecho nada para estar aquí! —replico gritando dándole un manotazo a la mesa.

Necesito salir de aquí. Necesito que me saquen de aquí. Creo que comienza a faltarme el aire estando aquí dentro. La sala cada vez parece reducir más su espacio.

—Relájate... —me pide calmado colocándome una mano en el hombro—. Te he conseguido un abogado, ahora mismo se encuentra analizando tu pequeño incidente —me explica sonriente.

—¡Yoel! —grito dando un golpe seco en la mesa—. Ahora se enterarán mis padres... —murmuro—. ¿Cuánto cuesta? —pregunto alterado.

Mi pulso cardíaco cada vez aumenta más su ritmo, me cuesta respirar y las manos comienzan tanto a temblarme, como a sudarme. ¿Es esto un ataque de pánico o qué?

La primera vez con mi peor enemiga.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora