Capítulo 39. Ojalá

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David

—Mmm sí... —murmura relajada bajo mi cuerpo—. No pares...

Sigo trabajando con mis manos expertas acariciando la zona baja de su espalda, mientras que sus vellos se erizan tras el paso de mi tacto.

—¿Te gusta? —le pregunto inclinándome hacia delante, dejando caer todo mi peso sobre su espalda.

—Sí... —ronronea.

Han pasado unas semanas desde el día en el que obtuvo los resultados finales, ese mismo día no salí del estacionamiento, es más, inmovilicé el vehículo por completo y bajé en su busca, la invité a unas pizzas, las cuales pedí para que nos la trajesen a casa y les pedí que por favor anotaran en el interior de la caja: "¿Quieres ser mi novia?" a lo que ella contestó cuando acabó de comérsela entera: "Gracias por la pizza, estaba muy rica. Pero no."

Luego tras discutir un poco el "No" de su contestación a mi pregunta, hicimos el amor como locos en el sofá. Cualquiera de sus compañeros de piso nos podría haber pillado en plena acción. Por suerte no lo hicieron, aunque creo que la simple idea de que nos pillen nos resulta bastante excitante a ambos. Desde el día de los resultados finales no me he separado ni un solo momento de ella. He pasado días, tardes y noches a su lado, cuidándola, mimándola, y me ha dado exactamente igual dormir en más de una ocasión en nuestro preciado sofá, al que últimamente parece ser que le hemos cogido bastante gusto. Básicamente y sin ir más lejos, estoy viviendo de ocupa consentido en su apartamento.

—Entonces que dices... ¿Creamos nuestra propia historia de amor? —le pregunto.

Alex se revuelve bajo mi cuerpo, haciendo que su trasero se frote por mi entrepierna de manera directa. Encontrarme sentado a horcajadas, encima de su trasero, con cada una de mis piernas a cada lado de su cuerpo para facilitarme el trabajo no ayuda en absoluto. Tengo que mantener a raya mis impulsos cavernícolas, esos que me piden a gritos que le arranque la ropa y la haga mía. Me controlo lo mejor que puedo. Respiro profundo alejando todo pensamiento sexual que se me cruza por la cabeza. Autocontrol ante todo. Así que me centro en masajear desde la zona baja de su espalda hasta sus hombros.

—Sí... —murmura de nuevo.

Su voz es demasiado sexy, y aquellos pensamientos que evitaba escuchar se hacen presentes de nuevo. Mi respiración ha cambiado de pausada a acelerada. Mi autocontrol ha pasado a descontrol total. Paso mis manos pringosas en aceite por sus costados, y a la misma vez me inclino hacia delante hasta que mis labios rozan su oído. Dejo un beso detrás de su oreja y noto como un escalofrío le recorre el cuerpo. Puedo sentirlo.

—¿Entonces aceptas ser mi novia? —insisto de nuevo dejando un nuevo beso, pero esta vez no lo hago en la oreja, sino en la nuca.

El ambiente entre ambos ha cambiado. Sus labios se encuentran entreabiertos, su respiración está acelerada y sus pezones están empitonados, puedo verlos bajo la camiseta blanca y ancha que utiliza como si fuese un vestido para andar por casa. Sus pechos gritan a todas horas ¡Libertad! Me encanta que los deje libres sin sujetador de por medio. Me encanta que Alex sea tan liberal. En resumen, me encanta todo lo que tenga que ver con Alex.

—David... —murmura.

Está intentando por todos los medios mantenerse a raya. No sé cuál de los dos mantendremos más nuestra compostura. Nunca había conocido a una chica que fuese tan activa, hablando sexualmente, como Alex. Ambos sabemos lo que queremos, dónde tocar exactamente cuándo y cómo. Y los dos sabemos exactamente lo que va a pasar ahora si ninguno de los dos toma el control de la situación.

—Sé mi novia... —le suplico.

Me pidió que me lo currara un poco más, así que eso es lo que pretendo.

La primera vez con mi peor enemiga.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora