David.
Creo que estos últimos años han sido los mejores años de mi vida. Cada día tengo más claro que Alex era lo que necesitaba para centrarme, y el hecho de tener que conseguir un empleo para poder mantenernos viviendo juntos me ha hecho terminar de colocar los pies sobre la tierra. Vivir con Alex es una auténtica locura, y desde que está embarazada lo es aún más, pero gracias a esto puedo observar emocionado su vientre ahora abultado mientras que lo acaricio con delicadeza como si este fuese una lámpara mágica o algo por el estilo. Su barriga está tan hinchada que parece estar a punto de explotar. He ido tomando fotos de esta cada domingo de cada semana, y ver su evolución es impresionante. De un momento a otro noto las pequeñas pataditas que da nuestro bebé de muy vez en cuando. ¿Qué será? Aún no sabemos si va a ser niño o niña, ya que Alex quiere saber el sexo del bebé cuando este nazca, y si ella lo quiere así, pues que así sea.
—¿Estás despierta? —le pregunto.
Alex mantiene la cabeza posicionada sobre mis muslos, mientras que el resto de su cuerpo está extendido sobre el sobre. En estos últimos meses ha tenido varios cambios físicos debido al embarazo, y sus pies ahora se encuentran tan hinchados como balones de playa. Básicamente cuando la veo andando parece un globo con patas.
—Sí, estoy despierta —afirma de manera seca sin quitar la mirada de la televisión—. Cállate —me ordena.
Ser gruñona últimamente se le da de maravilla. Los cambios de humor que está teniendo no son ni medio normales. Unas veces se ríe a puras carcajadas, otras veces llora sin motivos, otras muchas grita sin motivos, y están también esas otras veces en las que lo hace todo a la misma vez. Llora, ríe y grita. Cada vez que le pregunto qué le pasa lo hago con miedo. Unas veces me responde simplemente que no lo sabe y que le pase un pañuelo para sonarse los mocos, aunque otras muchas utiliza mis camisetas como si fuese uno de esos pañuelos. Recuerdo que la primera vez que la llame globo con patas me preguntó si aún la seguiría queriendo después de esto, le dije que no y se lo creyó. Sabía y sé que está muy sensible, pero nunca llegué a imaginar que dejaría de intercambiar palabras conmigo. Estuvo sin hablarme durante días, y si me veía me lanzaba las zapatillas de andar por casa. En resumen, las hormonas la tienen revolucionada.
—¿Me traes un poco de chocolate? —pregunta de repente.
—¿Más chocolate?
Ella asiente una y otra vez sonriente. Pedir también se ha convertido en una de sus grandes virtudes. Alex no ha parado de tener antojos durante todo este tiempo, aunque a veces pienso que lo único que hace es aprovecharse de mí.
De repente escucho una carcajada de su parte y la miro con el ceño fruncido. No sé si se ríe de la cara que acabo de poner, o de lo que ha pasado en la película que estamos viendo.
—¿Tanta gracia te ha hecho que hasta te has hecho pis encima?
No sé si solo es la sombra del reflejo de la pantalla, o es que verdaderamente se lo ha hecho encima.
—¿Qué? —exclama echando un vistazo hacia abajo—. David... —murmura.
Su rostro ha pasado de estar un poco sonrojado a ser pálido por completo. Veo como Alex intenta incorporarse alarmada, y yo la ayudo a hacerlo.
—Coge la bolsa que tenemos preparada y vámonos ya al Hospital.
Me quedo tan paralizado cuando soy consciente de lo que está sucediendo que es Alex la que tiene que reaccionar por mí, y más tarde tengo que hacer una llamada a mis padres para que nos acerquen al Hospital. Estos aún no se creen que vaya a ser papá, por no decir que ni yo mismo me lo creo. Cuando a mis padres les dimos la noticia se lo tomaron un poco mal. Siempre les ha encantado Alex, sobre todo a mamá, pero a esta no le gustó mucho la idea de que ella se quedase embarazada.
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La primera vez con mi peor enemiga.©
Teen FictionSegunda parte de la serie «Destino» Se puede leer sin leer la primera parte, pero si tienes pensado leerla NO LEAS esta, te hará todo el spoiler del mundo. ~•~ Un corazón hecho trizas es difícil de volver a arreglar. Las piezas esparcidas no encaja...