Capítulo 43. Mientes

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David

Despierto escuchando un gemido lastimero, el cual nada más y nada menos brota de mis labios. Doy media vuelta sobre la cama remolón y vuelvo a acurrucarme dispuesto a seguir durmiendo. Me acomodo pasando el brazo izquierdo por debajo de la almohada, y coloco el derecho estirado pegado a un costado de mi cuerpo. Sin embargo, al dar una tremenda respiración percibo cierto olor a perfume, y no a cualquier perfume, uno de chica. Un perfume de chica que no es el que suele utilizar Alex. De inmediato me pongo alerta. Las ganas de seguir acurrucado entre las sábanas se esfuman en un instante. Rápidamente abro los ojos de par en par y miro temeroso bajo las sábanas esperando encontrar algo de lo que no arrepentirme. Dejo escapar un largo suspiro, un suspiro de alivio al saber y ver que estoy completamente vestido de cintura para abajo. Deshaciéndome de las sábanas que mantengo sobre el cuerpo me incorporo hasta quedar sentado en el borde de la cama. Justo entonces una enorme punzada se hace presente en mi cabeza en ese mismo instante. Cierro los ojos tratando de mantener la compostura, pero de un momento a otro vuelvo a abrirlos de par en par al sentir cierto movimiento al otro lado del colchón. Es como si otra persona se estuviese revolviendo a mi lado. Escucho un gruñido molesto, lo que confirman mis sospechas. En la cama no estoy solo, hay alguien más al otro lado. Alguien con quien he dormido durante toda la noche. No quiero girarme. Me niego a que esa persona no sea Alex. Poco a poco me voy girando para saber de quién se trata.

—Buenos días —saluda adormilada cuando me ve mirándola.

El mundo se me cae encima.

—No, no, no... —comienzo a negar.

—David soy yo, Nerea.

No sé porque me dice su nombre. No quiero saberlo. No esperaba a nadie que no fuese Alex a mi lado. No debería de ser esta chica quien estuviese aquí a mi lado. Ella debería ser Alex.

—Esto no es lo que parece —intenta explicarse antes de que yo abra la boca.

—¿Entonces qué se supone que es? —pregunto medio gritando sin darle margen a seguir hablando—. ¿Qué hago aquí?

Ella se incorpora para sentarse junto a mí y quedar a mi altura para mirarme directamente a los ojos.

—Anoche estabas muy mal y... —comienza a explicarse—. Te traje aquí.

—¿Por qué no me llevaste con mis amigos? —pregunto a la defensiva.

Veo que ella se encoge ligeramente de hombros.

—No sabía con quién venías —explica—. Decías cosas sin sentido y te quedabas a medias cada vez que querías terminar de decir una frase, entonces me di cuenta de que algo no iba bien.

Enseguida me pongo de pie y comienzo a dar vueltas por toda la habitación intentando recordar algo sobre lo que pasó anoche. Pequeñas ráfagas de distintas situaciones me vienen a la mente de repente, aunque no recuerdo nada con absoluta claridad. Recuerdo, y sé a ciencia cierta que bebí bastante, pero no creo que bebiese lo suficiente como para no recordar nada el día de hoy. Con rapidez me palpo los bolsillos de mis vaqueros buscando mi teléfono móvil, el cual encuentro con rapidez y una vez que lo tengo en mano lo desbloqueo. Veo cientos de llamadas perdidas de mi mejor amigo, y también un mensaje en el que me dice:

"No sé dónde te has metido, ni que has hecho esta noche. Solo sé que te arrepentirás de ello, y cuando lo hagas ya será demasiado tarde."

Lo primero que se me viene a la cabeza al leerlo es nada más y nada menos que su nombre: Alex.

—Será mejor que me vaya.

Ver ese mensaje me ha preocupado lo suficiente como para no querer buscar explicaciones del cómo acabé aquí anoche, ya que más bien voy a ser yo quien tenga que darlas.

La primera vez con mi peor enemiga.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora