Capítulo 10

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Aiden y Smith se pusieron a charlar sobre cosas que no me interesaban mientras que Richard y yo andábamos tras ellos, bromeando y pegándonos empujones amistosos hasta que le hice una pregunta delicada sin saberlo, y su rostro se volvió serio.
- ¿Y tu familia?
Él me había hecho la misma pregunta y yo, sonriente, le había explicado lo mucho que me fastidiaba que mis padres me hubieran echado, mi peculiar presentación con mi tía Meredith y la forma en la que conocí a los gemelos y Steven. No mencioné a mi hermano en ningún momento, no me creía preparada. El peliazul disminuyó su paso todavía más y miró a los dos chicos que iban delante nuestra con expresión ausente. Sus ojos negros se mostraban tristones, como tapados por un velo de recuerdos dolorosos. Finalmente, cuando ya podía divisar el campo de baloncesto tras la esquina de uno de los edificios de la universidad, habló con una voz apagada que, en contraste con el tono enérgico que había usado cuando nos conocimos hacía apenas unas horas, me dolía escuchar.
- Mi madre murió cuando era apenas un adolescente tímido en exceso, de cáncer, y mi padre, buscando evadirse, me pegaba. Lo peor no es que estuviera completamente sobrio, si no que después me curaba y me felicitaba por haberle pegado un poquito más fuerte que la vez anterior. Al principio, cuando no le devolvía los golpes, se enfurecía todavía más y no paraba hasta que me quedaba tumbado en el suelo, inmóvil, deseando dejar de vivir en aquel mismo momento. Luego, a medida que crecía, me daba cuenta de que no podía ser su saco de boxeo, y comencé a dejarme llevar por la furia cada vez que me ponía una mano encima.- hizo una pausa, y detuvo sus pasos a escasos metros de la entrada del pabellón. Aguarde en silencio hasta que levantó la vista de sus zapatos y clavó sus pupilas en las mías con intensidad.
- Un día llegué a casa después de que en el colegio me informasen de que me iban a expulsar por falta de asistencia. Las palizas que me daba me dejaban tan destrozado emocional y físicamente que los días siguientes no podía ir a clase, por miedo a que alguien se diese cuenta de que había algo mal conmigo. Lo encontré en el salón, abriendo una botella de cerveza, y sin pensármelo dos veces le asesté un puñetazo en la mandíbula que lo tiró al suelo.
Unos chicos vestidos con el uniforme del equipo pasaron a nuestro lado, y Richard los saludó con un inclinamiento de cabeza, gesto que ellos correspondieron. El peliazul continuó con su relato una vez hubieron pasado de largo.
- Cuando fue a levantarse, le rompí la botella en la cabeza y se quedó allí tendido en el suelo, inmóvil. Recogí todas mis cosas (que no eran demasiadas) y fui corriendo hasta la casa de Smith.- mi nuevo amigo sonrió, sonrió de verdad.- De no haber sido porque su familia me acogió y le explicó a la escuela lo que me pasaba, ahora no estaría aquí.
Sin decir nada, me limité a ir junto a él y a abrazarlo por su estrecha cintura cpn fuerza. Mi cabeza sólo le llegaba a la altura del hombro, pero se las ingenió para esconder su cara en mi cuello. Sus frías manos me estrechaban con fuerza contra él. No comenté nada, porque sabía que no hacía falta que le dijera lo que seguramente tanta gente antes le había dicho. Acercó su boca a mi oreja, causándome cosquillas, y aguanté la respiración para no reir cuando comenzó a hablar en apenas un susurro.
- No hace ni seis horas que te conozco, pero siento que puedo confiar en ti. Gracias por escucharme sin mandarme a la mierda.
Asentí contra su pecho y me alejé de él lo suficiente para mirarle a los ojos sin deshacer nuestro abrazo.
- ¿Lo saben los chicos?
Sonrió, mostrándome toda su perfecta dentadura blanca, y asintió ligeramente con la cabeza.
- De no ser por todos ellos no habría llegado hasta aquí.
Hice un gesto de comprensión, nos separamos completamente, y miré la puerta del gimansio con la cabeza ligeramente ladeada antes de sonreír.
- Vamos a dejar a algunos con la boca abierta.
Él rió, y sus ojos recuperaron el brillo que poseían antes de preguntarle sobre su familia.
- Allá vamos, querida playgirl.

POV. Aiden

Smith y yo nos adentramos en el gimnasio donde estaban las canchas de baloncesto, hablando sobre nuestras espectativas de ganar todos los partidos de la temporada, y nos dirigimos hacia donde se encontraban el entrenador, los demás chicos del equipo del año pasado, y los nuevos que querían ingresar en alguno de los dos equipos de la universidad. A diferencia de la mayoría de las universidades locales, la nuestra incorporó aquel año un segundo equipo para darle la oportunidad a un mayor número de estudiantes de apuntarse al deporte. A su vez, el entrenador del equipo original tenía que escoger al nuevo entrenador del equipo suplementario, y yo deseaba en silencio ser el afortunado. Saludé con un choque de puños a Henry y Terence, los dos jugadores del año pasado, y a Hunter, el entrenador, con un estrechamiento de manos.
- ¿Qué tal el verano, chicos?- nos preguntó a los cuatro con simpatía.
- Henry se dedicó a pasar entre faldas.- se burló Terence, y todos nos reimos mientras el aludido esbozaba una sonrisa petulante.
- Por lo menos yo estuve bajo alguna falda.
Terence se sonrrojó y se quedó callado mientras los demás le tomábamos el pelo cariñosamente. El entrenador hizo de mediador y le pasó un brazo por los hombros con dificultad, debido a que el rubio le sacaba al menos media cabeza.
- Bueno, bueno, dejad que se meta cuando quiera bajo alguna falda, estoy seguro de que en cuanto se meta bajo la primera luego nos superará a todos en conquistas.
Los cinco reimos alegremente mientras los que se presentaban a las pruebas tomaban asiento, inseguros, en las primeras filas de las gradas de la cancha más cercana.
- ¿Y Richard?- nos preguntó Hunter sonriente, justo en el momento en el que el nombrado entraba por la puerta con la insoportable ojigris subida sobre su espalda. Ella, sonriente, barrió el gimnasio con la mirada hasta que nos localizó y esbozó una sonrisa maliciosa al verme. Tragué saliva disimuladamente. ¿Qué se le pasaba por aquella retorcida mente a la muy loca? Mi respuesta llegó momentos después cuando, tras susurrarle algo al oído a nuestro amigo peliazul, él sonrió y vino corriendo relinchando penosamente simulando ser un caballo.
- ¡No temas princesa Aiden, tu caballero de gran delantera y su caballo hipster teñido de azul van en tu ayuda!- gritó, causando la risa escandalosa de todos los presentes y mi cara sonrrojada. Para disimularla, alcé una ceja y la miré fijamente mientras se bajaba de la espalda de Richie. Observé con descaro sus pechos.
- ¿A eso le llamas tú una gran delantera?
Escuché más de un atragantamiento seguidos de más risas. Ella, tranquila, se cruzó de brazos, alzando así sus ya bien provistos pechos, y, consciente de que mis ojos se dirigían inevitablemente a aquella zona, sonrió.
- Si, y al no apartar la mirada de mis niñas me lo estás confirmando.
Sonrió "inocentemente" y yo abrí la boca, dispuesto a protestar, pero al no encontrar ninguna razón para rebatir su argumento, la cerré y puse los ojos en blanco para después mirar a algún punto situado sobre su cabeza. Tras observarme de manera burlona, extendió una mano por delante de mi para estrechar la de un muy divertido entrenador Hunter.
- Sabannah O'Donnell, señor. Un placer conocerle al fin, me han hablado mucho de usted.
"Pelota", me habría gustado llamarle, pero me abstuve de hacer el comentario al ver la mirada interesada del entrenador.
- Hunter Hudson, y espero que hayan sido todas cosas buenas.
Ella sonrió, divertida, y asintió.
- Si no no estaría aquí para hacer la prueba.
Se soltaron las manos y, ante algo que le dijo Richard en voz baja, hizo un gesto de conformidad con los pulgares y se fue a sentar a las gradas junto a los demás candidatos.
- Bien, me presento: soy Hunter Hudson, entrenador del equipo A de la U C San Francisco, y soy el encargado de seleccionar al miembro que me falta para ese equipo y a los siete del equipo B del mismo nombre, y así luego contratar a un entrenador para este último.
Sonreí, sin ser consciente de que si me contrataba a mi como entrenador tendría que dejar de jugar, y Hunter dijo un par de cosas más a las que no presté ningún tipo de atención. Para cuando me quise dar cuenta, los candidatos ya estaban lanzando tiros libres después de haber jugado un mini partido. Para mi sorpresa, la ojiverde a pesar de estar vestida con ropa no deportiva jugaba bien. Bastante bien, la verdad, y justo cuando el entrenador iba a decir la lista de admitidos, el jugador que faltaba en nuestro equipo hizo acto de presencia. Antes de que nadie pudiese decir nada, Sabannah saltó en su sitio en las gradas echando chispas por los ojos.
- ¿Qué hace este troglodita aquí?
- ¿Qué hace esta Barbie rebelde aquí?- preguntaron ambos a la vez. Allen, con la misma mirada fulminadora que la ojiverde, detuvo sus pasos a escasos centímetros de la cara de ella. Y se desató la 3°Guerra Mundial.

¡Playgirl a la vista!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora