Capítulo 23 [maratón 1/3]

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POV. Sabannah

- En tres... Dos... Uno...

Levanté mi dedo índice justo en el momento en el que la loca de mi tía entraba en la habitación de hospital. Tenía su generalmente sedoso pelo rubio platino hecho un desastre, y bajo sus ojos grises se encontraban dos medias lunas de una tonalidad negruzca que le otorgaban un aspecto de oso panda desnutrido.

En cuanto sus ojos se posaron en mí, tan sonriente y sana tras casi cinco horas interna, frunció el ceño y se aproximó a pasos rápidos. En cuanto estuvo a una distancia prudencial, sacó de detrás de su espalda un paraguas y me golpeó con él. Sí. En toda la cara. Con el mango. De inmediato me llevé ambas manos a mi hermoso rostro hecho puré para impedir que la loca me lo destrozase, pero lo único que logré fue moratones en las manos.

Tras un minuto entero pegándome y maldiciendo por lo bajo, se quedó quieta y callada observándome como si la hubiera despertado en medio de la noche para pedirle permiso para ir a evacuar mi vegiga.

- Eres idiota.

Alcé mis cejas, sorprendida.

- Vaya, gracias por recordármelo.

Ella me miró un largo rato, y luego sonrió ampliamente y me sonrió con picardía.

- Eres idiota.- dijo socarronamente. Fruncí el ceño.

- Porque lo digas con otra entonación no va a cambiar el hecho de que me estás insultando. Lo sabes, ¿no?

Mi tía se limitó a reír y a correr hacia mi a la vez que lanzaba el paraguas hacia algún sitio a sus espaldas. Estando envuelta en sus delgados brazos pude escuchar el grito de dolor que profirió una voz masculina cerca de la puerta. Ambas nos separamos y Meredith se puso roja como un tomate cuando vió al amable doctor agachado en el suelo y envolviéndose la cintura con los brazos.

- Do-doctor y-yo lo si-siento mu...

Él alzó una mano para mandarla callar y mi tía se auto interrumpió de golpe, como si fuera una niña pequeña siendo regañada. El hombre, de pelo blanco y arrugas hasta en las manos, se enderezó de nuevo y fulminó a Mer con la mirada antes de sonreírme con calidez.

- ¿Cómo va nuestra paciente? Tienes mucha mejor cara que cuando entraste.

Meredith estaba acostumbrada a ser el centro de atención allí en donde estaba o pasaba, por lo que al darse cuenta de que el doctor la ignoraba corrió hasta mi camilla y me empujó para hacerse un hueco junto a mí. Sí, sería muy tierno y muy bonito si la muy bestia hubiera calculado mejor su fuerza y no hubiese estampado mi cara contra el suelo. Yo todavía tenía la vía metida en el brazo, por lo que solté un grito de dolor cuando, en el suelo, el tubo no dió más de sí y salió de mi brazo con brusquedad suficiente como para dejarme una herida de la que comenzó a salir sangre de inmediato.

El médico, asustado, corrió hasta mí y me ayudó a incorporarme mientras presionaba mi herida con una esquina de su bata blanca impoluta. Ambos miramos a la joven que había tomado posesión de mi camilla como si fuera imbécil y ésta se levantó de un salto y recolocó las sábanas.

- ¿Oops?

Me miró una última vez, articuló un 'lo siento' con los labios y salió corriendo de la habitación. No sabía a quién le temía más, si al anciano doctor con un bisturí a mano o a su sobrina, con quien convivía y quien cocinaba todos los días que podía.

Mientras con algo de esfuerzo el hombre me realizaba las curas pertinentes mientras maldecía a Mer en voz baja y en todos los idiomas existentes, susodicha asomó la cabeza por la puerta blanca de la habitación con una sonrisa tan tensa que parecía la del Joker. Me temí lo peor.

¡Playgirl a la vista!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora