Capítulo 34

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POV. Hunter

Estaba jodidamente nervioso. ¿Y si decía que no? Entonces creía que la solución sería comportarse como el adulto maduro que era y... Llorar. Porque sí, llorar no está mal y es de adultos también. Y luego tirarme por un puente o un precipicio, todavía no lo tenía muy claro. Diablos, entre Sab y los chicos me habían convertido en un auténtico Drama Queen.

Me miré en el espejo una última vez y suspiré sonoramente. La camisa se pegaba a mi cuerpo como si tuviera una ventosa por dentro, y al ser blanca se transparentaba por encima del tatuaje de mi espalda. Mis numerosos gorros negros descansaban en hilera sobre mi cama, retándome a escoger sólo uno de ellos, mientras mis pantalones negros con algún roto descansaban desabrochados sobre mis caderas. Era lo único que había encontrado decente en mi armario.

Suspiré de nuevo, y miré el reloj de mi muñeca. Las cuatro y veintisiete, la hora perfecta para dar comienzo al plan que tanto Katy como los chicos me habían ayudado a llevar a cabo. Finalmente me decidí por mi última adquisición, un gorro grande y negro que me cubría los piercings de las orejas, y salí de mi habitación en la mansión de la fraternidad mientras luchaba con el botón de mis vaqueros para abrocharlo.

Iba tan concentrado en mis pantalones que sin darme cuenta me choqué con otra persona, y al ver el rostro burlón de Allen sonreí.

- Vaya, vaya, el emo ha recibido una visita del hada madrina. ¿A quién vas a traerte esta noche, Ceniciento?

Negué varias veces con la cabeza, sin borrar la sonrisa de idiota que se formaba en mis labios siempre que pensaba en Sab, y le respondí mientras cogía mis llaves y me las guardaba en el bolsillo, junto a mi móvil y cartera.

- A nadie. Con un poco de suerte, tal vez mañana te enteres de lo que ocurra hoy.

Y salí de la mansión con rapidez porque ya iba tarde, dejando a un Allen confuso en medio del recibidor de nuestra fraternidad.

POV. Sab

- Como no me sueltes el brazo, te dejaré la marca de los dientes en esa mano tan suave que tienes.

Tyler no sólo ignoró por completo mi amenaza, si no que dejó escapar una risita divertida mientras cogía a su novio Keith por la cintura con su brazo libre. Maldito jugador de fútbol capaz de inmovilizarme y darle amor a su novio sin sudar siquiera.

Me encogí de hombros y, sin una pizca de remordimientos, mordí la mano del moreno con fuerza hasta que me soltó del dolor.

- ¡Joder, Sab, maldita caníbal!

Me encogí de hombros con una sonrisa triunfal.

- El que avisa no es traidor, moreno.

- Yo no vuelvo a hacer nada por nadie. Esto es lo que pasa por intentar hacer la buena acción del año: que una loca te muerde la mano.

Por primera vez en todo el trayecto desde que nos bajamos del coche en medio de la nada, miré a mi alrededor. Estábamos en medio de un bosque lleno de... Bueno, de árboles. Las ramas de éstos casi cubrían el cielo sobre nuestras cabezas por completo, pero más allá se podía ver un bonito cielo azul despejado. Los sonidos de la naturaleza embargaban mis oídos, y el aire con olor a pino entraba en mis agradecidos pulmones, dejándome con una sensación de paz increíble. Keith y Tyler me miraron sonrientes, y señalaron un pequeño farolillo colgado en una de las ramas.

¡Playgirl a la vista!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora